domingo, 29 de enero de 2012

LA FERIA DE LAS VANIDADES

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Al final el mundo de Thackeray,  "Se abre el telón" — "Se cierra el telón", sigue siendo el mismo en todas las Inglaterras victorianas posibles, los hilos de la función se mueven como entonces entre la competitividad y el miedo, el deseo de amar y ser amado, admirado, acaudalado, destacar y ser brillante, y por otro lado el miedo al desamor, al olvido, al rechazo, a la soledad, al fracaso.
A veces somos frívolos y a veces intensos, unas veces generosos y otras egoístas, somos cobardes pero también podemos ser valientes, para conocer una persona hay que mirar entre bastidores, nada es lo que parece, y lo esencial siempre escapa a un análisis simplista de la feria de la vida.
Estamos cada vez más masificados y somos cada vez más impersonales, como nosotros hay millones, y lo agobiante es que ahora lo sabemos, (el que se crea original peca casi siempre de una gran ingenuidad):  pertenecemos a un gigantesco "rebaño global", somos una oveja, un número en las estadísticas, un consumista, un votante, un seguidor de todo y de nada, un amigo de miles que quieren tener miles de amigos, todo muy convencional, muy light, muy sin sustancia ninguna. 

Al final lo que nos enseña a vivir de verdad es el acopio personal de horas buenas y horas malas, cuanto más dolieron más hemos aprendido, y al final terminamos por entender que lo único que influye en nuestros estados de felicidad somos nosotros mismos, que lo importante es reencontrar después de la vorágine nuestra esencia, nuestro yo, nuestros recuerdos y nuestro sueños, nuestro puñado de amigos verdaderos, nuestro rincón, nuestro trozo de cielo, nuestro gato, nuestro geraneo...

Al final descubrimos que el verdadero amor no se reconoce por lo que pide, sino por lo que ofrece, que la realidad no es lo que vemos, sino lo que sentimos, y que la mentira más común, como dijo Nietzsche, es aquella con que el hombre se engaña a sí mismo.

Al final aprendemos a pensar "esto es lo que soy, esto es lo que tengo, y con este pequeñísimo tesoro de valor incalculable para mí, voy a construir mi alegría, voy a hacer que haber estado aquí me valga la pena".

Al final llegamos a saber que en el teatro del mundo cada cual representa el papel que le parece, pero que darle los buenos días y las buenas noches a la verdad es la única forma de encontrarse a sí mismo, y que el amor es un camino que no lleva nunca al naufragio personal.

  "Debí haber adivinado su ternura, pero yo era demasiado joven para saber amarla"
                    ( Le Petit Prince)                             
                                            
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óleo de Pieter Brueghel el joven


miércoles, 25 de enero de 2012

domingo, 22 de enero de 2012

EL PUEBLO SOBERANO






óleo de Delacroix


"La soberanía nacional reside en el pueblo, del que emanan todos los poderes del Estado" (Constitución española de 1978)

Todos venimos del pueblo, del pueblo que somos todos salen héroes pero también villanos, gerifaltes, cantamañanas, zánganos, zafios, mandamases, espabilados, mamones, fantasmones, engreídos, pelotas, rastreros, santurrones, falsos profetas, falsos salvadores de la patria, falsos genios, falsos todo.
El pueblo es el que trabaja y produce, el que construye, el que da de comer al mundo, cura a los enfermos, apaga los fuegos, conduce los autobuses y limpia las ciudades, cose, guisa, se arriesga, nos defiende, nos protege: sin el pueblo todo pararía, solo habría desolación.
A cambio de lo que representa y significa, el pueblo solo quiere ser feliz, en libertad y dignidad, poder vivir tranquilo de acuerdo con sus ingresos, su cultura, sus apetencias y sensibilidades.
La utopía es un análisis social "desde abajo y hacia adelante, es decir, producido desde la insatisfacción de los pobres, la protesta de los oprimidos, el grito de los temerosos, la muda resistencia de los humillados, la esperanza de los eternos perdedores" (Esteban Krotz).
Solo los mentecatos tratan a los más humildes con soberbia y falta de respeto, las personas que más valen son las que menos superiores se sienten, son sencillas y respetuosas, saben que el pueblo es la reserva de la sabiduria más auténtica y ancestral. Todos los que no se sienten pueblo no merecen serlo.
Pero a veces el pueblo estalla, se une para decir Basta porque se siente estafado hasta límites insoportables, y cuando el pueblo revienta y se levanta, ya es tarde para muchas cosas, se forma la ola perfecta que arrasa con todo como un tsunami.
Todas las revoluciones, todos los cambios sociales llegan de la mano de los descontentos, porque los que se apoltronan en la buena vida no hacen más que corromperse, se vuelven insensibles a las injusticias que ellos mismos propician. Quién no respeta a los demás no merece ser respetado, y quién no se respeta a sí mismo está condenado al fracaso.
Los que hacen alarde de riqueza y ostentación en tiempos de vacas flacas, están poniendo en evidencia su incapacidad de ser solidarios (en España el sector de lujo ha aumentado un 30% desde que empezó la crisis).
Quizás algun día nos hagamos merecedores de un mundo decente, no sé cuando, talvez poco a poco lo consigamos — un mundo más inteligentemente organizado, un mundo sin clases, solo con Personas, que se respeten y sean capaces por fin de ponerse en el lugar del otro.
Suele ser más feliz la buena gente, la que sabe disfrutar mejor de la vida, no la que más bienes acapara.

..."Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión" 
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS (preámbulo).


óleo de Diego Rivera

miércoles, 18 de enero de 2012

domingo, 15 de enero de 2012

LA DAMA DE HIERRO

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La película que acaba de estrenarse trata el periplo vital de una mujer, contado por una mujer, Abi Morgan, dirigido por otra, Phyllida Lloyd, la misma de Mamma Mía, y con la interpretación estelar de otra mujer y actriz extraordinaria, Meryl Streep.
Es pues una historia hecha con femeninas complicidades, con una manera de tratar a la Thatcher desde la ventana del interior, de la peripecia existencial, pasando de puntillas por el thatcherismo para centrarse en todo un recorrido, el antes, el durante y el después del poder y la gloria.
Alguien que empieza despachando fruta en la tienda paterna en una época profundamente clasista y machista se convierte en una de las mujeres más poderosas y controvertidas de la Historia, admirada y odiada a partes iguales, una política que con mano durísima cambió desde el nº 10 de Downing Street el conservadurismo británico e incluso el europeo.
Margaret subió como la espuma gracias a sus dotes intelectuales, su firmeza de carácter y su enorme capacidad de trabajo y disciplina: llegó a la cima, bajó, se vió obligada a retirarse, y en 2005 perdió al que siempre estuvo a su lado discreto e incondicional, Sir Denis Thatcher, que vivió para ella y los hijos sin procurarse ningún protagonismo.
Tras la desaparición de su marido, el hierro de la dama se va reblandeciendo, se convierte en bronce el personaje y en vacío la persona.
En la película una anciana desvalida y solitaria repasa en flashbacks toda su trayectoria, siempre con la presencia imaginaria del esposo, que en su mente desgastada sigue con ella todo el tiempo, sentado a la mesa o en la butaca, paseando por la casa y acostándose a su lado.
Después de cada recuerdo del pasado siempre vuelve a la misma habitación, a la compañía del marido que sigue viendo y con el que habla, entre sueños y alucinaciones.
El final de la película nos encoge por dentro, no por ella sino por nosotros, por esa certeza que anidamos todos de que sin compañía ya no somos nada.
Supongo que la Thatcher podría haber tenido otro final si hubiese sabido a tiempo que todos necesitamos querer y ser queridos, y "no hubiese estado siempre sola", como le dice el fantasma de Denis antes de desaparecer en el pasillo, con un maletín y sin zapatos, en ese ademán cadenciado y fantasmal de quien hace mucho tiempo que se ha ido.
¡Mientras salvamos a alguien de su propia soledad nos estamos salvando de la nuestra!

                           Sim, estou cansado
                           E um pouco sorridente
                           De o cansaço ser só isto —
                           Uma vontade de sono no  corpo,
                           Um desejo de não pensar na alma,
                           E por cima de tudo
                           Uma transparência lúcida
                           Do entendimento retrospectivo...

                 Fernando Pessoa ( Álvaro de Campos)

Meryl Streep como Margaret Thatcher

domingo, 8 de enero de 2012

jueves, 5 de enero de 2012

LOS HOMBRES NO LLORAN

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Pintura rupestre en las cuevas de Altamira


A veces me gusta volver al mundo de los cavernícolas, me relaja imaginar esos primeros hombres frágiles y peludos, asustados y sucios, con el circuito neuronal aun desenchufado. En grupos reducidos y cobijados en cuevas protectoras, donde no podían sin embargo evitar las arañas, cucarachas, ratas y otras compañías, sorteaban los avatares de la existencia sin la más remota idea de la que estaban montando...
Las hembras estaban preñadas la mayor parte de su corta vida, por lo cual eran los machos que salían a buscar alimento, lo que les hizo más fuertes y musculados, y también más valientes y guerreros. Volvían al caer de la tarde —  los que volvían — cansados o malheridos, y con otra tarea para rematar el día: echar unos cuantos quiquis, en aras de la supervivencia de la especie.
Con lo agotados que llegaban al asunto y una oreja siempre pendiente de los peligros de afuera, no es de extrañar la reconocida fórmula, aún vigente: cariño a cambio de sexo (versus la femenina, sexo a cambio de cariño). Tan lejos y tan cerca...
Ellas tuvieron desde un principio algo que a ellos siempre les faltó: ¡Tiempo!
Tiempo para perderlo, que es la base de la imaginación y la creatividad, tiempo para el aburrimiento, que las llevó de la mímica al lenguaje para comunicarse entre si, tiempo para coger una tiza, (estoy segura de que fué idea suya), y dibujar un bisonte para enseñar a sus retoños el enemigo número uno de la manada.
Nada que hacer, no cocina, no limpiezas, no compras, no plancha, nada de nada, como los animales, pero ya abuelas de la humanidad entera.
Los machos, físicamente disponibles y cada vez más musculados, estaban con su cabeza siempre en otra parte, en lo que les había pasado ese día allá fuera y en lo que les esperaba al siguiente. Fué así que se hicieron tan realistas, tan pasotas y "ausentes", (hoy que ya no hay fieras hay fútbol, un suponer, para el día en que tienen que permanecer en la cueva).
Ellas entretanto crecían en intuición y sensibilidad, descubriendo el encanto de un pájaro o de un ramo de amapolas, y ellos no se permitían el lujo de gastar energías gozando o sufriendo, por lo cual se pusieron esa coraza por dentro de la que todavía no han conseguido liberarse.
¡Los hombres no lloran!, son fuertes, como de una sola pieza, sólida sin complicaciones, preparada para recibir golpes sin abollarse. Son más resistentes, más simples, más previsibles, más torpes, más inexpresivos, pero emocionalmente más estables, con esa elegancia moral que adorna a los que todo lo callan.
Mientras ellos descubrían el fuego y hacían herramientas, ellas inventaban la ternura, la belleza, la risa y el llanto.
Los hombres son como la roca que necesita para romperse la ola embravecida, las mujeres son el mar siempre cambiante. Ellos, eficaces sin complicaciones; ellas, un encaje de bolillos, un mecanismo hecho de piezas sutiles y delicadas, rompibles pero imprescindibles, una montaña rusa de pasiones y complejidades, creativas, minuciosas y perfeccionistas.
Ellas y ellos, ellos y ellas, la cara y la cruz de la misma moneda, un equipo, dos soledades que van de la mano, dos seres incompletos que se necesitan mútuamente.
Como el día al sol, como la noche a la luna.

 


óleo de Chagall

lunes, 2 de enero de 2012