jueves, 30 de mayo de 2013

martes, 28 de mayo de 2013

DESENCUENTROS





De la película Dolls ( de Takeshi Kitano)

Reanudar desde el fracaso una relación sentimental ya muerta, es como habitar de nuevo un lugar lleno de nada o como quedar anclado en los restos de un naufragio sin volver a pisar tierra.
En el tiempo corto en que los desencuentros aún tienen solución no hay que mirar para otro lado, porque cuando ya es tarde para todo, imaginar que el amor sigue vivo es algo puramente literario, es como no cambiar de máscara cuando ya se está en otra función: mejor esfumarse, perderse en los entresijos de la vida sin miedo a las incertidumbres, buscarse a sí mismo por los rincones antes de darse por perdido.
Tampoco hay que flagelarse por haber fallado a otra persona, por no haber estado nunca a la altura de las circunstancias, por haber desatendido todas y cada una de las pequeñas cosas de cualquier corazón, por ir por otros derroteros, con otros sueños, otros anhelos, otras curiosidades, otros fríos, otras grisuras, por haber estado ausente incluso cuando se estaba cerca.
En los desencuentros no hay culpables ni inocentes, todos somos víctimas, porque lo que no va bien siempre va mal, y al final nadie es feliz dentro de un gran vacío: no se tiene verdadera conciencia de lo que está pasando hasta que la traca final es una liberación.
Somos todos inconstantes y polifacéticos, lo que ahora es mucho luego no es nada, hasta que con los años vamos asumiendo la poca importancia que tiene casi todo, dejamos de querer cambiar quién no quiere ser cambiado y de querer entender el mundo sin entendernos a nosotros mismos, con nuestras luces y nuestra sombras imposibles de dibujar.
Cuando alguien invade a traición un espacio que creíamos nuestro, reservado y seguro, crea un gran desorden y dolor que puede conducir al caos nuestro pequeñísimo universo. Hay que buscar formas de luz que nos alumbren sin destruirnos y asumir el inevitable desajuste con la existencia sin esperar que ninguna persona sea capaz de resolverlo por nosotros.
Así como una foto sublima lo real, toca quedarse con lo que haya valido la pena y dejar que todo lo que pueda arañarnos por dentro se vaya río abajo, sin retorno.  


acuarela de Will Barnet

martes, 21 de mayo de 2013

domingo, 19 de mayo de 2013

ROPA TAN SUCIA









El Coliseo Romano se inauguró en el año 80 d. C. con unas celebraciones que duraron 100 días, en las que murieron decenas de gladiadores y de fieras para regocijo general. Es ya solo una fecha más, como tantas otras, perdida en un antes y un después de ignominias que parece que van a menos en número pero no en saña cruel.
Seguimos igual de pequeños, seguimos durmiendo con las conciencias igual de tranquilas, como el ex dictador argentino Videla, que acaba de morir en la cárcel con 87 largos años sin haberse arrepentido de haber puesto en marcha, apoyado por la iglesia y el gran capital, un terrorismo de Estado que echó al mar desde aviones más de 30000 personas vivas, convirtió los cuarteles en centros de tortura, robó cientos de bebés a las madres encarceladas, etc. etc.
Somos tan pequeños que solo vemos lo que queremos ver, hasta que a veces un iluminado o iluminada nos arranca la venda de los ojos y nos unimos de una puñetera vez para cambiar un poco de rumbo.
Somos tan pequeñitos que estamos renunciando al agua pura, al aire puro, dejamos que se mueran todas las abejas o todas las ballenas, o seguimos adornándonos con una bonita ropa made in Bangladesh, por ejemplo.
Así vamos haciendo la Historia, con la conciencia siempre tan lavada y la sonrisa tan blanca, todo lo más a que alcanzamos es a pedir perdón por el mal que causaron otros, como Juan Pablo II por los errores cometidos por la iglesia a lo largo de siglos. ¡A buenas horas, mangas verdes!
Ojalá yo pudiera vestir mi alma de rosa con ropa ligera y limpia, para volar como un halcón.


óleo de Edmond F. Aman-Jean


miércoles, 8 de mayo de 2013

lunes, 6 de mayo de 2013

MADAME BOVARY






óleo de William John Leech

El que más y el que menos lleva en los genes el síndrome del bovarismo, siente por veces el intenso deseo de una vida distinta, y aunque eso no lleve a la autodestrucción como la protagonista de Flaubert, que no pudo soportar su propia mediocridad, no aceptarnos tal como somos llega a provocar bastante sufrimiento.
En la temprana edad, cuando todo puede acontecer todavía, soñamos con alcanzar la cima inexpugnable de cualquier gloria, la de la belleza, la pasión, la sabiduría, el poder, la felicidad suprema...
Más tarde, cuando empezamos a tratar con los desengaños, es a los demás que a menudo queremos cambiar, lo que bien puede tratarse de una frustración por no poder cambiarnos a nosotros mismos: creamos incluso una versión alternativa que mejore nuestra realidad, para protegernos, para que así, a caballo entre dos mundos, ya ni sepamos quien somos.
Con el humo de un plato de comida caliente — la única verdad absoluta — nos suben desde el fondo del alma bocanadas de amargura que perfumamos con mentiras piadosas.
Nada ni nadie es como su versión ideal e imposible, pero con los años llegamos a ser capaces de mirar de frente nuestra pequeñez, y si conseguimos aceptarla y aceptarnos tal como somos, entonces habremos empezado a ser libres.

Ò tocadora de harpa, se eu beijasse
Teu gesto, sem beijar as tuas mãos!
  E beijando-o descesse p´los desvãos
     Do sonho, até que enfim o encontrasse
                  ...


                                                                               Fernando Pessoa  


óleo de Joseph Karl Stieler