viernes, 15 de julio de 2016

NOCHE

Más una noche de horror, (todas las noches lo son para alguien en el mundo). 
Las palabras me quedan cortas, prefiero una poesía.



La música pone unos tristes guantes,
un velo por el rostro casi transparente,
o a veces, cuando la melodía es cálida,
se enreda en la cintura penosamente como una forma de hierro.

Acaso busca la forma de poner el corazón en la lengua,
de dar al sueño cierto sabor azul,
de modelar una mano que exactamente abarque el talle
y si es preciso nos seccione como tenues lombrices.

Las cabezas caerían sobre el césped vibrante,
donde la lengua se detiene en un dulce sabor a violines,
donde el cedro aromático canta
como perpetuos cabellos.

Los pechos por tierra tienen forma de arpa,
pero cuán mudamente ocultan su beso,
ese arpegio de agua que hacen unos labios
cuando se acercan a la corriente mientras cantan las liras.

Ese transcurrir íntimo, 
la brevísima escala de las manos al rodar:
qué gravedad la suya cuando, partidas ya las muñecas, 
dejan perderse su sangre como una nota tibia.

Entonces por los cuellos dulces melodías aún circulan,
hay un clamor de violas y estrellas
y una luna sin punta, roto el arco,
envía mudamente sus luces sin madera.

Qué tristeza un cuerpo deshecho de noche, qué silencio,
qué remoto gemir de inoíbles tañidos,
qué fuga de flautas blancas como el hueso
cuando la luna redonda se aleja sin oído.

   Vicente Aleixandre

sábado, 2 de julio de 2016

ESE GOL







óleo de Federico Beltrán Masses




En la Copa de Europa 2016, el futbolista Juanfran falló el penalti que había de llevar la selección española a las puertas de la gloria. La suerte existe, la buena y la mala, y a veces unos centímetros, unas décimas, unos segundos, producen consecuencias que pueden doler mucho tiempo: como ese desencuentro que cambia un destino, ese número rechazado de la lotería que luego resulta premiado con el gordo, ese repentino accidente sin remedio, ese error tonto en un examen que aparta para siempre de un legítimo sueño, ese pequeño golpe de timón que produjo el naufragio. Una infinidad de goles frustrados.
Por eso preferimos a los triunfadores humildes, los que saben reconocer que además de esfuerzo y talento, son afortunados. La vida es muy caprichosa, algunas veces los balones entran en la portería pero casi siempre pasan de largo.