miércoles, 29 de enero de 2020

LA BUENA GENTE








 Giovanni di Paolo, témpora y oro sobre tabla, fragmento





Cuando ya se llevan trillados muchos caminos y se está de vuelta de muchas movidas, uno al final se queda con la gente buena, la que lo es de verdad, no la que finge serlo de vez en cuando o la que quiere más a un gato que a una persona necesitada de ayuda. La bondad es el mejor de los bálsamos contra el malestar interior, la depresión, la ansiedad, la angustia o el miedo. El sosiego del que disfrutan y proporcionan a los demás las personas buenas es esencial para poder llevar una vida sana, y para conseguir mantener el autocontrol y la paz en cualquier situación. Solo ser generoso y compasivo rompe la estrecha y claustrofóbica geografía del ego, por eso nadie se arrepiente de serlo, incluso con las personas equivocadas. De la misma forma que es mucho mejor amar que ser amado, es más feliz el que da que el que recibe. La bondad inteligente y el talento bondadoso son los ejes fundamentales de una humanidad siempre en crisis, sirven como los descontaminantes indispensables para el núcleo más oscuro de la condición humana. En medio del run run infernal de un planeta superpoblado, ahogado en tecnicismos y capitalismos cada vez más salvajes, la buena gente, que no es noticia, ni vende, ni tiene morbo, es el abono más natural y fecundo para que de algunas almas sigan brotando frutos sanos todavía.

Pocas cosas abrigan tanto como la amistad de los seres nobles. Arturo Pérez Reverte.