martes, 29 de octubre de 2019

A LA DERIVA







Luis Borrasà témpera sobre madera

Que se sepa hasta ahora, la Tierra es el único planeta donde se desarrolló la vida, ese misterio de exuberante belleza lo cual deja atónito a quién sabe mirar con inteligencia y sensibilidad, algo que también solo se puede dar (cuando se da...), en los humanos. Que se sepa. Sin embargo todo esto está en peligro de extinción porque nos hemos convertido, además de "inteligentes", en unos patéticos, absurdos y suicidas depredadores. Cabe la posibilidad de que un día de estos nos vayamos al carajo como en un barco a la deriva, sin distinción de estatus, raza o clase social. Entonces, como siempre, practicar el sálvese quién pueda será de una vulgaridad fea y cobarde: quedará más elegante y hermoso morir amando, morir por otros, morir soñando, y a ser posible que alguien cerca toque un violín. Como en el Titanic. 
Enfrentados en permanencia a la incertidumbre de lo que nos pueda reservar esa ruleta del infortunio que gira sin descanso, cada persona es y será siempre una brevísima historia frente a la inmensidad inquietante del universo. Los grados de bienestar que logra cada uno son distintos y relativos, igual que las capacidades intelectuales varían incluso ante estímulos idénticos, o incluso en el mismo individuo a lo largo del tiempo. Hay muchas formas de sentir, gozar, sufrir, amar y así. Cuando al rededor todo se empaña, cada uno se enfrenta a los avatares del destino tal como le permiten las armas que lleva dentro, las únicas de que dispone verdaderamente en caso de emergencia. 

"La verdad es que sabemos muy poco de la vida, realmente no sabemos cuales son las buenas y las malas noticias". Kurt Vonnegut