sábado, 27 de junio de 2020

I STILL HAVE A DREAM








obra de Horace Pippin



Si dejamos de soñar es porque ya estamos muertos por dentro, quién nada espera nada porfía. Mantengamos pues viva la esperanza de que el mundo aún tiene arreglo, de que vamos avanzando en medio de los tropiezos, de que dentro de cien años todo podrá ser más hermoso, más sano e incontaminado, más seguro, más justo y solidario, que para entonces aquí ya no sobrará nadie y que a cualquier buena persona le valdrá la pena haber nacido.
Es urgente acometer una revolución de las mentalidades antes de que seamos como en la pesadilla de Huxley "todos esclavos y resignados de nuestra esclavitud gracias al consumo y a la diversión", y que la humanidad entera, con sus grandes conquistas y miserias, se vaya al carajo entre la apatía de una manada de borregos y la estupidez de los grandes hermanos de turno. 
Es la ciencia que puede y debe cambiar la política, la investigación y el conocimiento pueden y deben hacer de la Tierra un lugar sostenible, ya solo la inteligencia y el talento de gente con elevados principios puede salvarnos de un desastre universal. Todos tenemos la obligación de aportar nuestro granito de arena, pero para avanzar hacia un nuevo orden mundial hay que entregar el poder a personas preparadas y valientes: preparadas, que sepan distinguir lo importante de lo superfluo y potencialmente nefasto; valientes, que sean capaces en un momento dado de tomar medidas imprescindibles aunque resulten controvertidas e impopulares. Las soluciones drásticas no son viables, pero hay que avanzar gradualmente y con alternativas sobre la mesa, hacia la dirección correcta, la única posible y deseable que queda ahora mismo — y no en el sentido contrario, equivocándose siempre como la paloma de Rafael Alberti... Los grandes errores suelen pagarse muy caros. 

"Una y otra vez debemos ascender a las majestuosas alturas donde se hace frente a la fuerza física con la fuerza espiritual"
 Martin Luther King, 1963