jueves, 28 de abril de 2016

VERGÜENZA, VERGONYA, VERGOÑA









obra de Salvador Dalí





Hoy igual que ayer, siguen prevaleciendo los gobernantes que, como dice D. Quijote, "están sumergidos en un golfo profundo de confusiones". De confusiones, de ambiciones, de traiciones, de sin razones.
Como una sanguijuela gigantesca que vaya consumiendo la sociedad entera en su provecho, la corrupción política trae mucho sufrimiento y miseria, trae explotación, indignación, impotencia, rabia, deja huérfanos de bien estar y esperanza a los pueblos que tienen la desgracia de padecerla a niveles inaguantables.







lunes, 18 de abril de 2016

jueves, 14 de abril de 2016

EL CIUDADANO CONDE








obra de Edvard Munch




Mario Conde dijo alguna vez que por aquél entonces, " el que no tenía cuentas en Suiza era un hortera". Hortera: persona ordinaria y de mal gusto que pretende ser elegante.
Pues bien, como la verdadera elegancia va de dentro para fuera, un sujeto que ha pasado cuatro veces por el trullo no debería atreverse a dar lecciones públicas sobre cosa ninguna, porque eso sí que es una horterada. 
Un colega suyo de tertulias televisivas (que no veo), queriendo defenderlo después de su última redada, afirmó sin sonrojo que su amigo es poco menos que un héroe, "pero que al populacho siempre hay que darle alpiste" — supongo que se refiere a esa envidia cochina que necesitan pensar que nos invade a los que no somos marios condes
El populacho. La gente trabajadora y decente que saca el país adelante, nos da de comer y hace los palacetes, los trajes a medida y la brillantina para el señor Conde. Lo que entre gente normal y civilizada se llama la CIUDADANÍA, esa donde se encuentran siempre las cabezas más válidas, más patriotas y más solidarias. 
Pero parece ser que las declaraciones indecentes son las que tienen más eco en este país que sufre la desgracia de estar plagado de impresentables.







óleo de Jan Van Eyck

domingo, 10 de abril de 2016

miércoles, 6 de abril de 2016

SENSACIONES








obra de Henry Daras




Solo se disfruta de las cosas cuando se está predispuesto a disfrutarlas y se les presta atención, ya sea comer un buen pan caliente con aceite y ajo o escalar el Everest; se siente, se ve, se oye con la mente.
Al caminar en solitario por una playa escuchando atentamente el mar, el cerebro se llena con el sonido de las olas hasta ser invadido por una maravillosa sensación de armonía con el todo, una paz que libera momentáneamente de la materia y su insignificancia.
Lo mismo puede pasar, por ejemplo, escuchando una buena sinfonía: transformarnos en música por unos instantes intensos y liberadores, como en una breve fusión con la belleza universal...
Son experiencias que valen la pena, saludables, relajantes ¡y adictivas!



obra de Edvard Munch






viernes, 1 de abril de 2016