domingo, 21 de mayo de 2017

FERNANDO PESSOA




óleo de Almada Negreiros


Una infancia y adolescencia oscuras pueden influir en la manera de ser y de pensar, pero seguramente Fernando Pessoa hubiese sido como fue independientemente de las circunstancias, del país y del momento histórico. O no. Quizás no tuviese que ser tan enfermizamente complejo para ser un genio, quizás con otros condicionantes vitales no se hubiese obsesionado con el sentido último de las cosas hasta ser incapaz de vivirlas. O sí. Tal vez jamás hubiese podido o querido negociar con lo difícil de asumir para poder llevar lo llevadero, controlar la mente hasta poder gestionar las emociones. 
Personalidad fragmentada, muy dispersa (hasta setenta y dos heterónimos), deseoso de ser muchos sin abandonar nunca su sello de identidad, un ansia inmensa de "disolución" la cual no impide que su obra de arte sea casi siempre Él, egolatra masoquista, misántropo alcoholizado, prisionero de sus filias y sus fobias, siempre rozando lo sublime sin poder atraparlo, siempre pisando el filo que separa las alturas del abismo, planteándose de mil maneras la misma angustiosa pregunta aun a sabiendas de que la respuesta es que no hay respuesta.
Lúcido hasta lo demencial, destripador de todo sentimiento por encontrarle un sentido, hace el diagnóstico de las psicopatologías que lo torturan en una carta a Gaspar Simões: "Soy un histero- neurasténico con predominio del elemento histérico en la emotividad y del elemento neurasténico en la inteligencia". 
No fue un gran filósofo nihilista porque ante todo nació escritor y poeta, mago de la palabra, con gran sensibilidad para la belleza que se le escapa sin poder atrapar, como agua entre los dedos: ni la tiene ni se tiene, incapaz de sentir cuando todo lo cuestiona hasta el vértigo existencial ( Nunca serei nada/ Não posso querer ser nada/ À parte isto, tenho em mim todos os sonhos do mundo).
Cuando leemos a Pessoa, con la misma devoción de un Tabucchi, que aprendió el portugués expresamente, antes de que nos llegue el fondo ya nos ha emocionado la forma, esa manera única de describir un mundo desolado, sutilmente cautivador pero despiadadamente absurdo, el mismo donde al fin y al cabo estamos atrapados todos. 
Ahogado en esa incapacidad de adaptarse a nuestra condición humana, hace de su obra, que le redime de la locura, uno de los más bellos y emotivos análisis psicológicos de la Literatura universal.


                       Por enquanto, na estalagem
                       De não ter cura de mim
                       Gozarei só pela aragem
                       As flores do outro jardim.




óleo de Juan Gris