domingo, 4 de diciembre de 2016

VIDA SANA





óleo de Fernando Botero




Mi abuela Antonia murió casi centenaria sin haber estado jamás enferma. Menuda, seca de carnes, sosegada y lúcida hasta el final, recordando todo lo bueno y lo malo que la vida le había brindado a partes iguales, mi abuela Antonia tenía una alimentación sencilla y no demasiado variada, a base de los productos de su tierra y de temporada, más algo de pescado que llegaba en ferrocarril sin vagones frigoríficos, claro. Nada más. Y nada menos, pues entonces todo era "ecológico", igual que ahora nada lo es. Además, vivía en una casa hermosa, soleada y con vistas, tenía un jardín con plantas que cuidaba personalmente, sombreado por un limonero frondoso donde los pájaros cantaban todo el año. Por otra parte, no conoció la soledad ni tampoco las prisas, el consumismo, la competitividad y así, todas esas cosas que hoy acaban por imponerse en nuestras vidas aunque nos pese. 
Ahora nos obsesionamos por comer todos los alimentos ricos en algo de todo el mundo mundial, cinco piezas de fruta diarias, dos litros de agua, ejercicio físico, positivismo a tope, (música clásica en granjas y establos, para compensar tanto disparate...), miramos con lupa los hidratos de carbono, las grasas hidrogenadas, el azúcar y harina refinados, controlamos el peso, intentamos mantener a raya el cortisol asesino a base de yoga o libros de auto ayuda.
Pero vidas sanas como la de mi abuela Antonia ya están fuera de nuestro alcance.





óleo de Arpad Szenes