jueves, 2 de septiembre de 2021

SERVILISMOS

 retablo de Fra Angelico, fragmento


Hay aduladores crónicos, monótonos, cansinos, previsibles. Falsos. Personas a las que falta autoestima o autocrítica, que se repiten como el eco: todo de otros les parece maravilloso, sienten una necesidad aguda de "estar", de que se les vea, aunque sea alabando sin descanso. Cuando en una relación no hay correspondencia, cuando la conexión no es mutua, lo sensato es darse cuenta de que esa ansiada llama de complicidad no se puede mantener encendida, que se juega en desventaja, ¡que no hay que insistir!  En caso contrario la personalidad propia se va diluyendo en un servilismo que no ayuda a saber ni quién somos ni qué podemos hacer con nosotros mismos... 
A todos nos gusta dar y recibir cariño, pero también todos sabemos que ser admirados es como un sueño lejano para la mayoría de los mortales. Eso sí, se puede llegar a creer que se es lo que no se es cuando se lleva detrás una corte de lisonjeros empedernidos — alabadores y alabados se necesitan mutuamente. Sí convertirse en un personaje es complicado y son pocos los elegidos, creerse importante debido a un séquito de pelotas siempre ha sido moneda corriente. Ahora con el bullicio de las redes sociales es más perceptible lo que dice esa máxima tan antigua de que "cuanto más grandes más humildes". Y al revés.
Con un análisis concienzudo se descubre casi siempre que la gente muy zalamera en cualquier ámbito de la vida, esconde un interés detrás de todo lo que hace o lo que dice. Siempre hay motivos ocultos en todos los comportamientos, incluso en los aparentemente libres. Más que interesantes son interesados, la gente servil no es amiga, ni leal, ni fiel, ni humilde. La verdadera humildad es ser conscientes de nuestras limitaciones y aceptarnos tal como somos, sin necesidad de dar ni recibir halagos.
Los políticos también suelen tener una pléyade de periodistas-felpudos, papagayos, como les llama J.Marías: " En España se sabe bien qué clase de personas acomplejadas precisan de una legión de necios para afianzarse".

El que gusta de ser adulado es digno del adulador.   W. Shakespeare