viernes, 2 de julio de 2021

VICTIMISMOS



                                                                                  
                                           obra de Marianne von Werefkin




El victimismo ha existido siempre, probablemente sea tan antiguo como la humanidad. En mayor o menor grado todos "nos hacemos las víctimas" alguna vez, con la correspondiente pérdida de tiempo y energía, porque ser o sentirse víctima de otra persona es una actitud poco inteligente y cobarde. Es sabido que nadie le da importancia a sus fallos, que solo tenemos el olfato afilado para detectar los ajenos, y que cuando nuestra culpa ya es notoria y inexcusable, siempre hay algo o alguien a quién endosarla: hace falta ser muy honrado y muy valiente para reconocer los propios errores, poner medios para corregirlos y, sí procede, pedir perdón. En cambio abundan, tanto en la vida privada como en la pública, los verdugos disfrazados de víctimas, los paladines del resentimiento, el rencor y el deseo de revancha. Cuanto más equivocados, más hostilidades conspiratorias acumulan, especialistas en convertir la convivencia en algo irrespirable y mezquino, al mismo tiempo que elevan cualquier crítica que se les haga, por pequeña que sea, a la categoría de ofensa imperdonable. Grandes manipuladores, chantajistas emocionales, maltratadores psicológicos de quién se deja maltratar, utilizan el miedo, la obligación y la culpa como dinámicas persuasorias; no perdonan un fallo mientras que sus errores son solo nimiedades que es una falta de tacto señalar. Normalmente viven cabreados y amargados, ellos solos se crean su propio infierno y a veces el de los demás, siendo una pesada carga social y afectiva, incompatible con la justicia, la bondad, la ternura, el sosiego y la alegría.