sábado, 17 de noviembre de 2018

HABILIDADES SOCIALES




obra de Alexei von Jawlensky



Ser seductor, muy agraciado físicamente, gran comunicador de masas, artista brillante, prestigioso científico, astronauta intrépido, político destacado, un lince de las finanzas, jugador de élite, contorcionista, cabalgar olas gigantes, ganar estrellas Michelín, convertirse en un astro de la pantalla o así, es privilegio de minorías. Luego en plan casero y sencillo, el resto de los mortales intentamos causar buena impresión a los que nos rodean, caer bien, ser simpáticos y estimados y no lo contrario, señalados por algo turbio o negativo. Sobre la marcha vamos reconociendo y aceptando nuestros límites y también nuestras modestas habilidades, siempre necesitadas de esfuerzo y constancia. Nos hacemos mejores personas cuando caminamos hacia el equilibrio duradero que señaló Aristóteles, "practicando la moderación para volvernos moderados": ni demasiado atrevidos ni cobardes, ni demasiado arriesgados ni pusilánimes, ni demasiado rigurosos ni anárquicos, ni demasiado engreídos ni serviles, ni demasiado intensos ni anodinos, ni demasiado abiertos ni alexitímicos, ni demasiado sinceros ni falsos, ni demasiado sofisticados ni vulgares, ni demasiado ilusos ni aguafiestas, ni sabiondos ni ingenuos, ni manirrotas ni avaros, ni sargentos ni sumisos, ni histriónicos ni amorfos, ni perfectos ni desastrosos, ni pedantes ni apocados: siempre a mitad camino entre los extremos. In medium virtus est...
Todos queremos ser queridos, gustar a la gente que nos importa, tener un puñado de buenos amigos, no ser transparentes, no ir por la vida sin rumbo, vivir con entusiasmo, ser auténticos y sin embargo empáticos, que se nos aprecie y se nos tenga en cuenta —  por eso la ausencia de un mínimo de destrezas sociales puede aportar estrés y ansiedad, o incluso adicciones y enfermedades.

El principio más profundo del ser humano es el deseo de ser apreciado. William James