miércoles, 31 de agosto de 2011

CON EL CORAZÓN EN LIBIA




Fué esta imágen de triste memoria la que me revolvió las tripas el 20 de Marzo y me hizo escribir un post de indignación, a mí que no soy dada a hablar de lo que detesto.
"No se puede salir con la suya tamaño chulo de pacotilla", pensé viendo como este hijo de...Muamar levantaba el dedito amenazador, altanero, seguro de sí mismo y de sus poderes destructivos, llamando ratas a sus conciudadanos, a sus lacayos, a un pueblo que trabajaba para su clan sin atreverse a protestar. Pensé entonces, como cualquier persona de bien, que no podia ser, que esto no era justo ni asumible para el mundo.
Empezaron unos largos y crueles enfrentamientos, con avances y retrocesos de una caravana de coches destartalados abarrotados de jóvenes en su mayoría (shabab), que con correajes de balas a modo de pesados collares se enfrentaban — eso sí, dispuestos a vencer o morir — a un ejército organizado e implacable de mercenarios, crueles sin causa al servicio de unos impresentables que no querían perder ni un solo de sus privilegios.
Seguí día a día esta historia con el corazón encogido y hoy, que sólo falta la rendición de Sirte, Muamar el Gadafi y el más impresentable de sus impresentables hijos permanecen escondidos como cobardes: no voy a esperar más para expresar mi emoción y mi alegría.
Empiezan a conocerse algunos de los horrores de  tantos que permanecerán en el olvido: "Este tipo obligaba a las madres a aplaudir la ejecución de sus hijos", comenta un comerciante a un periodista español.

En 2009 hubo una matanza en la prisión tripolitana de Abu Salim de 1270 reclusos disidentes.
"¡La gente no se atrevía a hablar ni en su casa, por temor a que sus hijos pudieran decir algo inconveniente en el colegio que llegara a oídos de los soplones!"
Fué la unión organizada, la solidaridad contra la brutal represión del 17 de febrero, que hizo posible esta revuelta, dolorosa pero necesaria y con final feliz: sólo temen los cambios los que se encuentran bien como están, son los que no tienen nada que perder quienes estan dispuestos a arriesgar la vida  por un mundo mejor.
Ahora el muy gallina hace saber desde su escondite que está dispuesto a negociar, después de tanta sangre derramada, y solo escucha una respuesta: TARDE, TARDE, TARDE.

Ayer clamaba un combatiente, haciendo la señal de la victoria: "¡Este es el libre, libre, país de Líbia!"
Tenía ese brillo en la mirada que solo tienen los que han luchado y han vencido.


Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

                    ...

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
   y defiendo tu hijo.

       (Miguel Hernandez)



viernes, 26 de agosto de 2011

EL QUESO







oleo de Fernando Botero


Blanca es un chica menuda e inquieta, de natural nerviosa, que procura tenerlo todo siempre bajo control para no pillarle el toro de su propia ansiedad, que mantiene bien cerrada con siete llaves, dando siempre la imagen de una mujer suave, tranquila y muy organizada. 
Álvaro, su feliz pareja, es un hombre grandote y excesivo en todo, hasta en la mala leche. Es un buenazo, un trozo de pan, un tigre con corazón de golondrina pero impulsivo y visceral, se ahoga en un vaso de agua y sin Blanca no es nada.
Embarazada de ocho meses de su primer retoño, se marcharon a su pueblo "en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme", para pasar las Fiestas de la Patrona, que son a mediados de Agosto, Nuestra Señora de la Asunción.
El verano iba de ola en ola, de calor, claro, sin dar un respiro. Por la noche en la feria tropezaron con el padre de un compañero que no veían hace mil años, y Blanquita, siempre muy amable, le preguntó si quería algo para el hijo, que vivía en su ciudad, no sabían ni donde ni porqué, ni falta que les hacía .
Y el padre dijo Sí...y se presentó al día siguiente de buena mañana en la casa con un flamante queso para el susodicho, un queso muy curado, apestoso, de éstos que en verano sudan y sudan, como poseídos por una hiperdrosis generalizada...
El bueno de Álvaro empezó a despotricar a la hora de situarlo en el maletero, mientras ella, aguantándose las náuseas, intentaba quitarle hierro al tema, como si nada.
Llegados a la ciudad, lo primero que hicieron fue ir a casa del interfecto con la inestimable ayuda del GPS para liberarse de tan incómoda presencia.
Eran las cinco de la tarde, como en los toros, y en la calle no había un alma, como en cualquier tarde de domingo de un mes de agosto abrasador. La puerta de entrada al edificio estaba abierta, así que fueron derechos al angosto ascensor y pisaron el número 10, después de haber tocado al timbre sin obtener respuesta: "lo que faltaba, no hay nadie", dijo ella "me da igual, o lo dejo a un vecino o a su puerta, pero yo de aquí no salgo con esto", dijo él.
Empezaron el ascenso deseando terminar pronto con aquél coñazo, debían estar a más de 40 grados, como en un asador de pollos, Blanca  empezaba a sudar y a sentirse agobiada cuando vino lo peor: se quedaron parados entre dos pisos.
Ella empezó a chillar como una posesa, mientras Álvaro, paralizado, se iba poniendo pálido por momentos, a la par que intentaba mantener la calma, la suya y la de ella, que ya estaba fuera de control: "¡Me voy a morir!", le gritaba sacudiéndolo por la camisa como si fuese un pelele, "¡me ahogo!, ¡me deshidrato!, ¡voy a parir!, ¡voy a morir!, ¡el niño también!, ¡Diós mío, esto no puede estar pasando!"
Álvaro seguía pidiendo auxílio con su vozarrón,  mientra sacaba un zapato y rompía un cristal de la puerta. Blanca, más blanca que nunca, se había sentado en el suelo, con las piernas abiertas, y le dijo con un hilo de voz: "He roto aguas... que muerte más tonta... y todo por un maldito queso..."
Él también quiso estar muerto ante la eminencia de ver asomar la cabeza del churumbel, sabiendo como sabía que no podía ver sangre.
Fué un momento de paroxismo, de surrealismo, de  terror-ismo, de descontrol físico y mental, de cuando la vida de repente sin razón alguna se convierte en una pesadilla.
Y entonces oyeron voces, había gente intentando sacarlos de aquella locura, al final no estaban en La Cabina de José Luis López Vázquez...
La pareja salió del ascensor como si estuviese de vuelta del Infierno, (de Dante, que hizo historia).
Había varios vecinos, y entre ellos estaba el causante involuntario de tamaño desaguisado.
Álvaro, intentando una salida honorable a semejante show, cogió la bolsa con el queso del suelo del ascensor, empapada de líquido amniótico, y antes de salir pitando para la maternidad, lo entregó al hijo del señor del pueblo de la Mancha, y le dijo con la mala leche que se gasta, que hasta termina por ser entrañable:
"Tenga, de parte de su señor padre, ¡que le aproveche!".


óleo de Toulouse Lautrec


miércoles, 17 de agosto de 2011

IN MEMORIAM...





óleo de Alexey Mozhaev








lunes, 15 de agosto de 2011

CARTA A MI MADRE






obra de John Singer Sargent




Querida Mãe

Te escribe la niña que con veinticinco años te vio marchar para siempre y que ahora tiene diez más de los que tu llegaste a cumplir — ahora sé que los hijos siempre vemos a los padres como gente mayor, para algo tienen toda la vida más edad que ellos... 
Te reconstruyo muchas veces para orientarme en este laberinto deseando que la salida pudiese ser tus brazos, pero sabes que yo no creo en esos finales felices en que creías tú. Lo que sí sé ahora es que los padres somos siempre un referente para los hijos, que con el tiempo nos juzgan y hasta pueden llegar a comprendernos: ahora sé que no podemos bajar la guardia ni en la forma de morir. 
Valoro todo lo que fuiste, como te metiste de obras en la casa porque tus sueños eran más grandes que tus días, como quisiste un salón con chimenea para los nietos que estaban al caer y no conociste, como querías más habitaciones y más baños porque la familia crecía, como eras soñadora con un punto de maravillosa locura que ignoraba la muerte. Dejaste a papá treinta años gobernando un caserón donde vivió solo y nunca te pudo olvidar.
Supiste a bocajarro y sin anestesia que tenías los días contados, que te quedaba un año de esa vida que amabas tanto y lo apuraste con coraje, como quién apura un buen vino, hablabas del jardín que llevabas en mente y a mí se me encogía el corazón mientras te seguía el juego. 
Después de ver tu muerte perdí el miedo a la mía, solo no quiero sufrir lo que sufriste porque no lo veo necesario.
La vida es como un río, no lloramos dos veces las mismas lágrimas: hoy soy más vieja de lo que tu nunca fuiste, no asististe a tu propia decadencia, así que no sé como te enfrentarías a este caminar hacia ninguna parte, aunque supongo que igual que yo, intentando saborear la vida mientras valga la pena saborearla.



Madre mía que estás en una carta
y en un regaño antiguo que no encuentro,
quédate para siempre aquí en el centro
de la rosa total que no se aparta.


Madre mía que estás tan lejos, harta
de la nieve y la bruma, espera, que entro
a ponerte a vivir con el sol dentro,
madre mía que estás en una carta.

Puedes darle al misterio tu infinita
amistad con las sombras hechiceras;
puedes ser uma piedra que se quita

o borrarme ahora mismo las ojeras,
pero madre recuerda nuestra cita:
¡no te atrevas a todo, no te mueras!

(Carilda Oliver)
 
obra de Thorvald Niss


miércoles, 10 de agosto de 2011

martes, 9 de agosto de 2011

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO



óleo de Henry Herbert La Thangue



El invierno de nuestro descontento se hizo verano como el de Shakespeare, se hizo plenitud, apoteosis de las cosas antes de la inevitable caída, se hizo cenit, explosión de calor y de vida.
El verano es poca ropa, sensualidad, sudor, siesta, vagancia, noches cálidas y perfumadas, largas charlas a la luz de las estrellas, sangría fresquita con limón, puertas abiertas, flores de todos los colores, frutas maduras, cascadas de verdes, césped recién cortado, trinos, chicharras, cortejos nupciales, del águila real al abejaruco.
El verano es tiempo de esplendor, llega con su caliente hermosura ajeno a las hecatombes, a las grandes fortunas y a las grandes miserias, a las deudas soberanas y a los mercados, el verano no cuesta dinero para quien quiera disfrutarlo sin impuesto añadido.
Tengo la suerte de vivir junto al mar rodeada de verde y de disfrutar de un clima generoso.
Sentada al atardecer en mi cafetería de todo el año, no dejo de maravillarme con el bullicio que significa el mes de agosto: un mar de sombrillas, la megafonía que todos los días encuentra niños antes de que sus padres se enteren de que los han perdido, el desfile de una juventud cada día más alta y más guapa, las señoras entradas en carnes medio desnudas entre transparencias de alegres estampados, los caballeros luciendo pantorrilla y barriga cervecera, los sombreros imposibles, los niños vestidos de Zara, las parejas de gays haciéndose arrumacos, libres como pájaros, familias enteras tomando el helado, con la abuela ajada pero feliz, la madre o la suegra, el matrimonio y sus chavales con el bebé de teta incluido aunque sean las tantas: en verano no hay horarios, hay más marcha a las dos de la mañana que a las dos de la tarde.
Me encanta salir hasta muy tarde, tomar una pizza divina o unas gambas fresquísimas, charlar y empaparme de vidilla entre gentes de todos los colores, hombres mayores derretidos con alguna jovencita, parejas de mediana edad demasiado embelesadas para tratarse de amores antiguos, parejas con hijos de él, hijos de ella e hijos de los dos, viejas damas coquetísimas charlando animadas y soñando con una última oportunidad, tipos solitarios agarrados a una copa, gente que se desternilla de risa, gente que discute acalorada, amores de estreno y otros que están echando el cierre — todo cabe en la bulla palpitante de una noche cálida.
Me gusta respirar muy hondo y pensar satisfecha: "¡Más una noche perfumada de rosas y jazmines! Tiempo habrá de que llegue el invierno."

"De tantas cosas, nos quedó el sentido:
precisamente de lo suave y tierno
hemos sacado un poco de saber;
como de un secreto jardín,
como de un almohadón de seda
que se nos ha metido bajo el sueño,
o de algo que nos quiera
con ternura desconcertante..."

  ( Rainer María Rilke)



óleo de Gina Intveen



sábado, 6 de agosto de 2011

MORIR DE HAMBRE





Pensaba escribir sobre el verano, pero llegué al blog de mis amigas brasileñas COZINHA DOS VURDÓNS y las encontré de luto por los niños que están muriendo ahora mismo, en este momento, en el anterior y en el que viene después, y así hace mucho tiempo, porque sus madres no tienen qué llevarles a la boca,  porque ellas también se están muriendo, porque hay tanto dolor en el mundo que se me fueron las ganas de hablar del verano.
Quizás mañana.

martes, 2 de agosto de 2011

LO QUE TENEMOS EN LA CABEZA




témpera de Liberale da Verona






Seguimos sin saber ni el porqué ni el para qué, pero cada vez se sabe mejor el cómo, cada vez se conoce mejor el relleno de nuestro cráneo.
Con las resonancias magnéticas funcionales y las tomografías por emisión de positrones se consiguen imágenes del cerebro en movimiento, lo que posibilitó a los científicos constatar su neuroplasticidad y como va cambiando el mapa neurológico según las experiencias, de tal forma que parece ser que nadie afronta dos veces la misma situación con el mismo esquema mental. Esto viene a significar que, en oposición a cualquier teoría determinista, el hombre estaría programado para ser libre: ¡"Estamos genéticamente programados para no estar genéticamente programados"!
Con sus 15 watios de potencia encendiendo lucecitas de colores según el grado de actividad de cada área, el cerebro nos va desvelando curiosidades como estas:
— Cuanto más inteligente se es más se sueña, incluso se puede ser más inteligente en sueños que despierto (creo que es mi caso ...).
— Un elevado coeficiente intelectual asociado a una adecuada estimulación, puede llegar a combatir una enfermedad mental.
— El hecho de que el cerebro no sea una estructura inmutable, sino que responda a las experiencias personales, es uno de los descubrimientos más extraordinarios del siglo XX (Norman Doidge).
— Se pensaba que las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres se debían a la función de las hormonas y a las presiones del medio ambiente; ahora se sabe que los sexos son anatómicamente diferentes en sus redes de circuitos neuronales y en las sustancias químicas encargadas de transmitir mensajes entre las neuronas, a saber:

Las mujeres tienen el cerebro más pequeño, pero utilizan una parte mayor cuando piensan (sin comentarios).

Cuando hablan, a las mujeres se les activan las conexiones situadas en los centros de placer del cerebro (¡con razón nos gusta tanto dar a la sin hueso!)

Los hombres piensan en algo relacionado con el sexo una vez cada minuto y medio, las mujeres cada tres días (¡quiero creer que dependiendo de la edad, y aún así, lo de los hombres me deja a cuadros!)

En situaciones de estrés, baja la serotonina, lo que en las mujeres provoca depresión y en los hombres agresividad.

El cerebro es una máquina con una gran capacidad de imitación (también es obvio).

No sigo por no aburrir, todo está en google, Eric Kandel, Alberto Ferrús, Deborah Blum, y tantas otras cabezas privilegiadas que están cambiando nuestra historia.

Yo personalmente me alegro de haber vivido la plenitud de un mundo que se estaba acabando pero que aún nadie lo sabía: crecí en un lugar primoroso, artesano, sin contaminación, sin guerras, sin tecnología punta, sin plásticos, sin consumismo, sin tele, sin móviles, sin ordenadores, sin videojuegos, sin redes sociales, sin estrés.
Me alegro mucho de haberme sentido feliz sin saber de endorfinas y de haber sufrido sin regular la serotonina, de haber vibrado sin conocer la adrenalina y amado sin feniletilamina, de sentirme buena persona por ser capaz de ponerse en el lugar del otro sin preocuparme de sacarle brillo a las neuronas espejo, y de no ser consciente de que todo lo debo al hecho casual de tener las conexiones "apañaditas" debajo de la melena y las mechas...
Al final se ha llegado a la conclusión de que es tan difícil ser completamente cuerdo como completamente loco, eso sí, con la buena noticia de que somos como somos porque nos da la real gana.



pintura de Hans Memling