jueves, 31 de enero de 2019

LOS ENTRESIJOS DE LA MEMORIA






obra de Romaine Brooks




Aunque la vida es siempre ahora, los balances se hacen con el pasado, solo lo que recordamos nos configura y persiste, y solo la memoria colectiva sostiene la Historia. Somos una reconstrucción mental de la existencia, lo que cae en el olvido se desvanece como el humo. 
Si bien es cierto que el tiempo ayuda al sentido crítico, a tener un distanciamiento razonable de los hechos para no convertir lo que pasó en ideal, la memoria también es fantasía, comparte espacio neuronal con la imaginación, es caprichosa, poco fiel y poco fiable, subjetiva e interesada, tiende a difuminar lo que araña el alma y a magnificar los momentos que nos reconfortan, urde verdades a medias con las que protegernos (por muy críticos que seamos con nosotros mismos, en realidad nadie es como se ve ni nadie se siente como lo ven los demás). Nos enredamos en las contingencias de la fortuna obviando casi siempre nuestra insignificancia con respeto al universo, y a parte del recuerdo de una niñez plena e inocente, por veces muy corta por culpa de algún impresentable, retenemos lo que mejor se nos ajusta de un espectro de sentimientos opuestos que van del amor al odio, del bien estar a la amargura, de la modestia a la ambición, del respeto a la intransigencia, de la generosidad al egoísmo, del perdón al rencor y así.
Todo recuerdo se vincula al contexto emocional e ideológico en el que navegamos nuestro propio mar de peripecias y contradicciones. A veces, hacia el final del camino, si la vida nos da tiempo, volvemos a lo esencial, llegamos a reencontrar incluso la humildad y el equilibrio primeros. A veces. Solo a veces.