lunes, 29 de enero de 2018

WOODY ALLEN EN EL BANQUILLO








óleo de Salvador Dalí




Cuando escuchamos a Wagner, contemplamos un Miguel Ángel, leemos a J.J.Rousseau o así, cuesta pensar que detrás de ese esplendor creativo no estén seres extraordinarios, superiores a la media incluso en la rutina de la vida, con existencias mucho más plenas e interesantes que las nuestras, dotados de nobles sentimientos y habilidades sociales extraordinarias. Y sabemos que fue de otra manera porque sus miserias también les han acompañado a través de la Historia, porque desde tiempos inmemoriales ha interesado la persona que hay detrás de cada personaje, porque en el soporte de todo lo que perdura hay una firma que no nos resulta indiferente, como nada de lo que es humano. En los tiempos actuales la sombra del dedo acusador va siendo más alargada e implacable, por lo que esperamos todos que algún día terminen los abusos imperdonables por parte de los poderosos que descarrilan siempre en la misma estación, en nuestras sociedades patriarcales y machistas.
Sin embargo las miserias personales no quitan un ápice de grandeza e importancia a las obras maestras, claro, como dice Jean Genet: "mi vida debe ser leyenda, yo no soy nada más que un pretexto". Solo que sería maravilloso que alguien que admiramos mucho fuese, parafraseando a Pessoa, "del tamaño de lo que crea y no del tamaño de su altura", y que Woody Allen, por ejemplo, fuese un señor, un tipo lúcido y decente, un tímido atormentado y entrañable como sus personajes. Alvy Singer, ese héroe magistral que el mismo Allen interpreta magistralmente en su magistral película Annie Hall, afirma con pesimismo: "Uno siempre está intentando que las cosas salgan perfectas en el arte, porque conseguirlo en la vida es realmente difícil". Pues eso.
Ahora el inmortal cineasta se sienta en el banquillo de los acusados por la opinión pública, más demoledora que la propia Justicia. 
Pero a los millones de admiradores suyos siempre nos quedarán sus películas, we´ll always have Paris... 

domingo, 7 de enero de 2018

TÓPICOS





óleo de Howard Hodgkin




Los tópicos son unos vicios mentales muy inculcados y rígidos que no se saltan a la torera, ya que pensar por cuenta propia puede atraer el rechazo de la manada. Lo peor es que a menudo las personas más escuchadas y seguidas no disponen de elementos suficientes para fundamentar lo que afirman, se limitan a poner parches a lo que desconocen con falsos razonamientos e intenciones poco transparentes. Repiten como mantras, un suponer,  que es bueno el consumo salvaje, el turismo masificado, la inflación alta, más hijos para pagarnos las pensiones mañana, más ruido, más ignorancia, más intercomunicación, más desenfreno, todo más global y más absurdo. Y el mundo, que les sigue sumiso, se va al carajo poco a poco.
Las ideas que han de cambiar el rumbo de las cosas no encuentran el terreno abonado para prosperar y mientras, como ya advirtió Einstein, persiste " la perfección de los medios y la confusión de los fines". Un mal rollo.