viernes, 1 de marzo de 2024

UN PLANETA ENFERMO

 





                                                                                      
                                                                                                       Emil Nolde



Sabemos que nuestro tiempo es finito y sin embargo vivimos intentando ser felices, obviando entre otras cosas y siempre por defensa propia, que la Tierra va camino del desastre. Será porque no dependa de nosotros, porque seamos incapaces entre todos de encontrar soluciones, o porque como dice el poeta Miguel Torga, "somos socialmente una comunidad pacífica de indignados".
El desarrollo gigantesco que la inteligencia humana está alcanzando va en dirección contraria a la conservación de la naturaleza. Todo contamina, desde el uso industrial de los hidrocarburos, los equipos electrónicos, los automóviles, los plásticos o los pesticidas hasta los fármacos, los productos de higiene personal y un larguísimo etcétera de que tenemos noticia, sin que se haga  nada para transformar la historia.    
Es urgente un cambio radical de mentalidad, actuar con inteligencia y valentía, lograr una organización política eficaz, creativa y por supuesto, honrada. 
Es imprescindible que los sectores menos esenciales reduzcan drásticamente su tamaño y su codicia, que se frene la quema de combustibles fósiles, que se detengan las guerras, que la energía atómica deje de ser una espada de Damocles con que vivir aterrados, que la fabricación de armas no aporte a unos cuantos pingües beneficios; que haya un control riguroso sobre las empresas contaminantes y prescindibles como las de los cruceros (acaban de construir un barco con capacidad para 10 000 personas), así como sobre el negocio abusivo de los aviones comerciales a bajo precio, las macro granjas, la moda rápida, el turismo descontrolado y todo el consumismo salvaje. 
Es aconsejable ser conscientes de nuestra inmensa pequeñez, corporeidad, vulnerabilidad y finitud, y del respeto que le debemos a nuestro entorno, al suelo, al aire, al agua, a los animales y plantas: caso contrario se va todo al garete, con la humanidad por delante. No somos nada frente a la naturaleza, basta ya de egocentrismos desmedidos, ambiciones indecentes, odios, crueldades y todas las malas praxis que están convirtiendo el mundo en una bomba de relojería.  
Lo coherente sería emplear las cabezas más brillantes y más sensatas en busca de soluciones globales, puestas en práctica con valor y determinación, en lugar de ser tan necios y absurdos como para caminar a pasos agigantados hacia la extinción: unos idiotas, como afirma indignado James Hansen. ¡Después de tanto camino recorrido, de tanto esfuerzo, de tanto conocimiento y tanta belleza! Y tantas pasiones. De toda condición, eso sí. 

A mí me fascina como el hombre puede ser tan inteligente y tan estúpido. José Antonio Marina