La tan necesaria defensa de los derechos de la mujer o de los animales, por ejemplo, se ha convertido en una bochornosa lucha de intereses — políticos, ideológicos, culturales, personales, de simple estupidez, de todo un poco. Se respira una "dictadura de manada" que no contribuye al progreso y practica linchamientos morales que dejan muchos cadáveres por el camino. La justicia no es un ajuste de cuentas chusquero, debe de estar siempre basada en la dignidad del ser humano y contribuir a que cada uno pueda desarrollar su máximo potencial en una sociedad pacífica, respetuosa, tolerante. Los adoctrinamientos autoritarios, las defensas a ultranza que usan técnicas de persuasión coercitivas, son arriesgadas y peligrosas.
Por lo demás, dicen los expertos que todos somos fanáticos de algo y que todos de alguna manera creemos por lo menos en una teoría conspiratoria... Pero los que nunca reconocen una equivocación y se aferran a sus errores, se aman a sí mismos más que a la verdad y lo único que consiguen es desvirtuar lo que quieren defender.
Un ejemplo reciente y bochornoso lo tenemos en la Operación Arca de Noé, llevada a cabo con la ayuda del Ministerio de Defensa británico para rescatar de Afganistán a 140 perros y 60 gatos, mientras alrededor de diez mil personas seguían buscando desesperadamente la manera de salir de Kabul antes de que Estados Unidos las abandonase a su suerte el 31 de agosto. Ante tamaño disparate, solo hubo un periodista que se atrevió a dar el diagnóstico cierto de esta sociedad enferma: "Lo más escandaloso es, precisamente, que a nadie le parezca escandaloso".
O que nadie se atreva a cuestionar ciertas actitudes que entre todos hemos pactado dar por aceptables, como apunta Carmen Posadas. Y es que los fanáticos del "buenismo" pueden llegar a ser muy crueles o por lo menos muy ineficaces. Pasar de un extremo al extremo opuesto es siempre un desacierto, in medium virtus est, la virtud está en el equilibrio entre dos vicios: no vale idolatrar a tu cachorro y no tener un mínimo de empatía con tu vecino que vive en soledad, o ser una persona feminista a ultranza y carecer del más mínimo sentimiento de comprensión y generosidad. Los discursos grandilocuentes que no van acompañados de hechos, no tienen valor ninguno.