jueves, 1 de diciembre de 2022

GRAVEDAD CERO



 





Los 18 relatos cortos de Woody Allen recientemente publicados son una delicia, como casi todo lo suyo. La genialidad no se alcanza con trabajo o constancia, se tiene o no se tiene: se nace o no se nace con talento, que luego brota espontáneo y sin esfuerzo. El humor es un arte, un juego cognitivo que señaliza ausencia de peligro a la vista y ayuda a distanciarnos lo suficiente de las coyunturas para vencer al miedo y la ansiedad. En la historia del humorismo, territorio tan anhelado como difícil, hay nombres ilustrísimos, mas tiene razón Daphne Merkin en el prólogo de este libro: los hay magníficos, "Y luego está Allen". Irrepetible.
Angustiado de condición, ansioso, neurótico, con un principio de vida gris, carne de psiquiatra, supo y pudo salvarse de la cochambre de cada día de una forma magistral dando la vuelta a todas las miserias a través de su enorme lucidez, aliñada con una fina y brillante ironía. Riéndose de la condición humana y de sí mismo en cualquier circunstancia, se ha escudado contra la simpleza o la vulgaridad. 
No hay duda de que la risa reconforta, calma, es saludable para el cuerpo y la mente, nos limpia el sótano de fantasmas. Una rotunda carcajada, aunque rara como la ola perfecta y siempre muy anhelada, nos alivia de turbulencias mentales, nos deja limpios, ligeros, satisfechos. Mientras somos capaces de reír es porque no todo está perdido, y si nos tomamos con humor a nosotros mismos, es porque aún no hemos agotado la frescura y el optimismo. Solo los necios se toman demasiado en serio, como refirió Unamuno: "Lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrense lo tonto que será"... 

 — Puedo encarnar a una persona desilusionada, pero en la vida real no soy cínica, ¿verdad? Creo que todavía conservo la mayoría de mis ilusiones. (Lulu)
— Aférrate a ellas. Las ilusiones nos hacen falta. Sin mentirnos a nosotros mismos, sería difícil sobrevivir un día más. (Sachs)
   Crecer en Manhattan, Gravedad Cero