Las personas que más presumen de "perfeccionistas" suelen ser las más inseguras e incluso con algún complejo o trauma importantes.
Valerse de lo más manido, de lo que está al alcance de cualquiera para impresionar, resulta simple y algo cansino y con los medios de que disponemos hoy día, cada vez somos más obvios, menos sutiles.
Ir por la vida como si esta fuera una competición, ansiar ser el mejor en todo, no sienta bien a la salud, estresa, se termina con ansiedad cuando no con alguna úlcera, el azúcar disparado, la tensión alta, el colon irritable o así...
Todos tenemos la necesidad de embellecer la vida contándonos para dentro la mejor versión de nosotros mismos, pero da un cierto sosiego ser capaz de reconocer y aceptar nuestras carencias y fallos, y que pocas veces acertamos de lleno en lo que sea. Ya Aristóteles opinaba que "el error es un suceso mental interesante y valioso", no hay que tener tanto miedo a equivocarse.
No es necesario impresionar a nadie, la mayoría somos gente corriente, solo en las redes sociales nos acercamos al tamaño ideal de nuestro ego... Los que valen de verdad suelen ser los más modestos y sencillos, los menos narcisos.
En el caso de las mujeres, algunas adornan sus yoes intentando convencer a los demás que son inmejorables, sabias, óptimas amas de casa en todas sus ramas — gastronomía, organización, higiene, economía doméstica, buen gusto, elegancia, confort, convivencia familiar, etcétera — además de excelentes profesionales, deportistas, cultas, leídas, instruidas a todos los niveles, sensibles, solidarias y por supuesto magníficas parejas, madres, hijas, nietas, abuelas, suegras, nueras, amigas o colegas: el pack completo, nada se les resiste, cuando hablan sientan cátedra, entienden de todo, jamás dudan de lo que sea. No merece la pena ni rebatirlas, son las mejores y punto.
La verdad es que la monotonía o el aburrimiento nunca están fuera, anidan dentro de cada uno, mas quién sabe vivir no necesita tener mucho para disfrutar de la vida.
Sinto-me nascido a cada momento
Para a eterna novidade do mundo.
Fernando Pessoa