Desde los albores del arte que el amor apasionado es tema estrella, el sentimiento más sublime y loco que haya experimentado el ser humano. El enamoramiento es como una luz, un arrebato inexplicable, de repente quedamos abducidos por algo puntual de alguien puntual: tan intenso como irracional, nos atrapa y sacude. Como dijo Nietzsche, en el amor siempre hay algo de locura, pero también en la locura siempre hay algo de razón...
Al principio solo se ve lo bueno del ser amado, la imaginación proyecta en él perfecciones inexistentes, pues nadie puede estar a la altura de una fantasía de excelencia... Luego en el contacto diario queda de manifiesto que una conexión emocional perfecta no es cosa fácil.
Amar no es una obligación: todo sentimiento ha de ser libre y voluntario, nadie está obligado a querer a nadie. Erich Fromm afirma que "el amor es una práctica que requiere disciplina, concentración, paciencia y la derrota del narcisismo". Henry Marsh va más lejos: "en las relaciones que funcionan, el amor es trabajo"...
Amar es un arte, una necesidad personal que da sentido a la vida y que requiere empeño y atención: depende más de nosotros que del otro, porque cada uno es el único autor y protagonista de su propia historia. Hay que ofrecer luz y no buscar responsables a nuestras sombras. Ser exigentes pero generosos, auténticos pero tolerantes, independientes pero leales, valorarse y respetarse mutuamente, compartir con complicidad e imaginación las rutinas, y también tener la misma mirada sobre las cosas, las personas y el mundo en general.
Los amores de verdad duran si no se hacen pedazos por algo irreparable, pues entonces ya nada volverá a ser igual — regresaremos a la grisura de un camino en solitario, vaciando los cajones del alma para poner orden por dentro y poder recuperar nuestra paz interior.
Hay quien se desencanta a la semana y al revés, quien descubre en la otra persona nuevos e interesantes rasgos que la convierten en insustituible, realmente digna de ser amada para siempre: "el amor verdadero está en la belleza espiritual, más allá de una atracción física inicial y pasajera" (Platón).
Las parejas compenetradas funcionan en público y en privado, claro. Forman un equipo, sin alimentar tampoco expectativas exageradas, terreno abonado para el fracaso...
Si los sentimientos salen ilesos y fortalecidos de los inevitables desencuentros, se está mejor en compañía que solo: el otro se vuelve una fuerza motriz que nos da sentido y nos incentiva — dentro de una total libertad y espacio propios, haciendo solo "lo que pide el cuerpo"...
Luego seguir amando en la vejez es como un bálsamo, se quiere con el alma, se siente el espíritu del compañero, se respira su esencia.
En el caso frecuente de que uno ame y el otro se deje amar, siempre estará más pleno el que ama.
El que sabe amar es feliz. Hermann Hesse