La Tierra no nos necesita.
Somos el único superdepredador del planeta, lo hemos desequilibrado, contaminado, masificado, plastificado, desertificado.
Convivimos con amenazas nucleares, colapsos ecológicos, pandemias, perdidas de la biodiversidad, efectos invernadero, sistemas alimentarios insostenibles, consumo salvaje con explotación obscena de los recursos naturales.
Sobra gente, sobran coches, aviones, barcos, sobran turistas, caprichos y ambiciones.
El desarrollo tecnológico tiene un punto de inflexión que va en contra del bien estar que persigue, le van a saltar todas las costuras, al desarrollo y a ese "bien estar". Los científicos no se cansan de alertar de los peligros de la tecnología punta, del uso de los combustibles fósiles, de ciertos materiales sintéticos, etc. etc.
Entretanto nos vamos adentrando en una senda sin retorno, mientras políticos mediocres y chalados agotan el tiempo que aun queda con maniobras de distracción, atrincherados en la negación de lo evidente, por incompetencia e interés propio.
Así mismo los ciudadanos somos mayoritariamente incívicos, insolidarios e ignorantes; miramos hacia otro lado, a la espera de que alguien actúe y que todo acabe bien, como en los cuentos.
Al día de hoy, es más revolucionario y progresista vivir cuidando y gozando de nuestro entorno cercano que embarcarse en unos abominables viajes sin enterarse de nada, meros desplazamientos contaminantes, hechos por exhibición y pedantería. Este turismo invasor es una gran metáfora de la sociedad: una cultura de masas con pretensiones de exclusiva.
Con tamaña dispersión, física y mental, se va perdiendo la sensibilidad hacia lo cercano.
El talento es humilde y sencillo, la bondad es el mayor tesoro personal, el arte el reflejo más sublime del alma humana, y la cordura un don igualmente escaso e inestimable, pero realista, pragmático, alejado del mundo del sueño y la fantasía.
O pisamos el freno a fondo o se va todo al carajo.
"En el viaje del nuevo curso, en medio de un mundo tan desquiciado, en cierto modo todos vamos a ser también inmigrantes a bordo de un cayuco, tratando de llegar sanos y salvos a una imaginaria bahía azul, cada uno a la suya". Manuel Vicent