domingo, 1 de junio de 2025

GEOGRAFíA DEL AMOR

 




                                                             Fernando Botero



El amor es un viaje que puede sostenernos, elevarnos o incluso llegar a destruirnos. 
Nos enamoramos de alguien que se nos cruza en el camino y que responde a nuestras expectativas amatorias, cada cual con las suyas, desde una fuerte atracción puramente física a unas necesidades intelectuales, o incluso un cierto estatus y así — del deseo carnal a un sentimiento de ternura medio compasiva hay muchas variantes, todas legítimas siempre que amables y bien intencionadas.
Encontrar la pareja soñada no es fácil, depende por un lado de las cualidades atractivas de cada uno y por otro de su grado de exigencia. Casi siempre toca un sucedáneo de lo imaginado, pero entre la utópica plenitud y el temido naufragio hay un amplio espectro de grados intermedios. Al fin y al cabo la inmensa mayoría somos mediocres y lo que necesitamos es compañía...
Cuando llega el aterrizaje de la pasión primera, o sea la convivencia doméstica con toda su parafernalia, se pone de manifiesto como es cada uno de verdad, sus méritos y torpezas, lo que le sobra y lo que le falta: ahí empieza el futuro y se intuye lo que va a durar la relación (salvo para quien tenga la cobardía de mantenerla aunque sea tóxica, por una adicción enfermiza, cuando lo más inteligente es saber marcharse a tiempo). Puede ocurrir, o no, que tras el flechazo inicial se encuentre alguien mediocre, insustancial, egocéntrico, engreído o incluso miserable. Todo es posible. 
De acuerdo con el investigador Sergio Montero, el enamoramiento (¡que no el amor!) en las mujeres puede ir hasta tres años y en los varones no suele pasar de algunos meses... Posteriormente ha de ser sólida la base de complicidad que equilibre y sustente los aciertos y fallos de las dos partes, aunque lo de "almas gemelas" tampoco es la mejor idea, ya que dos personas demasiado parecidas no se complementan, no forman un equipo con habilidades distintas y variadas.
Es cuando ambos valen la pena que esa pasión inicial va dando paso a un sentimiento duradero, hecho de aprecio, respeto y cariño mutuos y hasta de una cierta y bonita dependencia. 
Sin pretender que el otro sea exactamente como quisiéramos, si sabemos quedarnos con lo positivo, la relación puede convertirse en "una dulce costumbre", como dijo el gran José Múgica de la suya.
Pero lo que más nos compensa es lo que damos, y luego, o mejor antes que nada, querernos y valorarnos, haciendo frente a los fantasmas que llevemos dentro. Al final lo que perdura hasta el final es el amor que nos tengamos, única vía hacia el conocimiento, la sabiduría y la confianza en la idea de uno mismo... 

E deste amor difícil só nasceu
desencanto na curva do teu céu.
     David Mourão-Ferreira