Nos enamoramos de una persona con la que tropezamos por el camino, que en principio responde a nuestras necesidades amatorias, cada cual con las suyas, desde una atracción puramente física a unas exigencias intelectuales, incluso a un cierto estatus o así. Desde el deseo físico a secas hasta un sentir medio compasivo, hay un amplio abanico de emociones, todas ellas legítimas y respetables.
Encontrar la pareja que necesitamos es complicado, puede llevar su tiempo o incluso no llegar a ocurrir, dependiendo por un lado de las propias capacidades y por otro del grado de exigencia de cada uno. Casi siempre lo que se tiene al alcance es un sucedáneo, lejos de lo idealizado pero recurrente para quien desea casarse y formar una familia. Lo cierto es que entre la utópica plenitud y el temido fracaso hay múltiples grados intermedios que pueden funcionar.
Luego está el aterrizaje de la pasión, o sea la convivencia doméstica con toda su parafernalia, poniendo de manifiesto como es cada persona realmente, con sus valores y sus carencias. Ahí empieza el futuro de la relación y se intuye pronto si es para siempre o para un tiempo limitado, (también hay quien quede junto de por vida por falta de coraje o una subordinación enfermiza).
Tiene que ser sólida la base que sostiene con complicidad los aciertos y los fallos de ambas partes: tampoco lo de "almas gemelas" es buena idea, dos personas muy parecidas no se complementan sino todo lo contrario. Lo ideal es formar un equipo al que los dos aporten habilidades y matices distintos y variados.
Del flechazo primero se puede pasar a alguien mediocre, insustancial, egocéntrico, engreído, tóxico o incluso miserable. Todo es posible, pero puede ocurrir y ocurre que los dos valgan la pena y el amor apasionado dé lugar a una amistad sólida y duradera, hecha de admiración mutua, respeto, cariño e incluso una cierta y bonita dependencia.
No se puede pretender que nadie sea tal como lo desearíamos, hay que quedarse solo con la parte buena, valorar las cualidades y aceptar los fallos.
Y así "el amor con la edad se convierte en una dulce costumbre", como el de José Múgica, según sus propias palabras poco antes de morir.
En los sentimientos mutuos llena más lo que se da que lo que se recibe, desde como nos queremos y valoramos, que es el único escenario que va a durar siempre, la vía hacia el conocimiento, la sabiduría y la confianza en la idea de uno mismo...
E deste amor difícil só nasceu
desencanto na curva do teu céu.
David Mourão-Ferreira
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