OJALÁ

Gene Kelly in "Cantando bajo la lluvia"

Aquella tarde de agosto pesada y gris, ella cumplía 65 años — sin celebraciones, sosegada, serena, a buenas con su destino que no era ni el mejor ni el peor.
Por la mañana habían llamado los amigos, los de última hornada y los que habían estado ahí toda la vida, los de pata negra, los que habían sido jóvenes y ahora eran viejos con ella, los que la habían conocido cuando se miraba al espejo y se gustaba. Todos estaban lejos, muy lejos, siempre lejos.
Un no parar de idas y venidas había desembocado en aquello, una vida llena de ausencias, de recuerdos que no valían para calentar el frío que ya no era ni frío, era la temperatura justa, pero "de mando a distancia", un sosiego que más que sosiego llegaba a ser pasmo.
La vida nunca sale como se espera, a todos la suerte les hace algún feo, los amores que tienen fecha de caducidad, los hijos que se marchan, el cuerpo que pierde lozanía, las metas que son espejismos, y de pronto entran en crisis todos los cimientos de la existencia, valores, trabajo, calidad de vida, futuro, equilibrio arriba-abajo, norte- sur...
Todo en entredicho, nada seguro, nada fácil, nada halagüeño — así veía ella el mundo aquella tarde caliente de agosto en que cumplía los 65, cuando rompió el silencio la música de una lluvia contundente pero  acogedora, intensa sin estridencias, cálida como una morna.
Se levantó de la butaca y salió al jardín, abrió los brazos y dejó que el agua templada la acariciara, riendo como una niña, como hace tiempo no reía, histérica, libre, viva, emocionada, reconfortada por dentro.
Miró hacia arriba y le gritó al cielo: ¡¡Ojalá que llueva Alegría!!

óleo de Georges Braque