Al final el mundo de Thackeray, "Se abre el telón" — "Se cierra el telón", sigue siendo el mismo en todas las Inglaterras victorianas posibles, los hilos de la función se mueven como entonces entre la competitividad y el miedo, el deseo de amar y ser amado, admirado, acaudalado, destacar y ser brillante, y por otro lado el miedo al desamor, al olvido, al rechazo, a la soledad, al fracaso.
A veces somos frívolos y a veces intensos, unas veces generosos y otras egoístas, somos cobardes pero también podemos ser valientes, para conocer una persona hay que mirar entre bastidores, nada es lo que parece, y lo esencial siempre escapa a un análisis simplista de la feria de la vida.
Estamos cada vez más masificados y somos cada vez más impersonales, como nosotros hay millones, y lo agobiante es que ahora lo sabemos, (el que se crea original peca casi siempre de una gran ingenuidad): pertenecemos a un gigantesco "rebaño global", somos una oveja, un número en las estadísticas, un consumista, un votante, un seguidor de todo y de nada, un amigo de miles que quieren tener miles de amigos, todo muy convencional, muy light, muy sin sustancia ninguna.
Al final lo que nos enseña a vivir de verdad es el acopio personal de horas buenas y horas malas, cuanto más dolieron más hemos aprendido, y al final terminamos por entender que lo único que influye en nuestros estados de felicidad somos nosotros mismos, que lo importante es reencontrar después de la vorágine nuestra esencia, nuestro yo, nuestros recuerdos y nuestro sueños, nuestro puñado de amigos verdaderos, nuestro rincón, nuestro trozo de cielo, nuestro gato, nuestro geraneo...
Al final descubrimos que el verdadero amor no se reconoce por lo que pide, sino por lo que ofrece, que la realidad no es lo que vemos, sino lo que sentimos, y que la mentira más común, como dijo Nietzsche, es aquella con que el hombre se engaña a sí mismo.
Al final aprendemos a pensar "esto es lo que soy, esto es lo que tengo, y con este pequeñísimo tesoro de valor incalculable para mí, voy a construir mi alegría, voy a hacer que haber estado aquí me valga la pena".
Al final llegamos a saber que en el teatro del mundo cada cual representa el papel que le parece, pero que darle los buenos días y las buenas noches a la verdad es la única forma de encontrarse a sí mismo, y que el amor es un camino que no lleva nunca al naufragio personal.
"Debí haber adivinado su ternura, pero yo era demasiado joven para saber amarla"
( Le Petit Prince)
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óleo de Pieter Brueghel el joven |