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óleo de Van Gogh |
Fue cuando tuvo por primera vez una habitación propia, después de toda una vida, que logró encontrarse definitivamente. Siempre había temido a esa soledad física que se ha convertido luego en refugio: un lugar privado, exclusivo y amable, una madriguera, un colchón mullido que envuelve sin absorber, "una habitación con vistas", hacia fuera y hacia dentro, como la de Lucy en la deliciosa novela de Forster...
Ahora sabe que las noches buenas traen un sutil sosiego, sin presiones ni interferencias, que están hechas para sentir armonía, reponer fuerzas, dormir, ...¡tal vez soñar!...
Ahora sabe que las noches buenas dejan en suspenso todas las movidas, que es entonces cuando uno se reencuentra a sí mismo — el único personaje que se ha sido y se será, el de toda la vida, con el cuerpo de siempre, intransferible, a veces complicado pero siempre amigo y compañero, aun cuando ya viejo y ajado.
"Les dije suavemente que bebieran vino y que tuvieran una habitación propia"
(Una Habitación Propia, Virginia Woolf)
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óleo de Louis Buisseret |