El 29 de octubre de 2024 marca un antes y un después para muchos miles de personas que vivían o estaban en ocho pueblos de Valencia en esa hora fatídica. De repente una ola asesina hecha de cañas, barro, enseres, coches y todo lo que se puso por delante, segó vidas, proyectos, sueños y esperanzas. De repente. Sin previo aviso.
Ahora todos nos sentimos más impotentes e inseguros. Nada va bien. Sobramos dos tercios de la población mundial, contaminamos como jamás se ha contaminado, hay unas anomalías meteorológicas inquietantes, unas guerras devastadoras con la amenaza atómica y el apocalipsis de colofón. El mundo es cada vez más opaco y hostil, "confuso, inseguro, oscuro" como para Miguel Hernández, pero a nivel global. Una locura donde no se salva nadie, tampoco los que se dan mucha importancia.
De Aristóteles o Arquímedes a Einstein o Stephen Hawking, solo las mentes más privilegiadas nos han hecho avanzar como especie. Lo menos que debemos exigirnos es ser decentes y compasivos, generosos y humildes.
Nuestra historia es fascinante y despreciable a partes iguales. Como dice Manuel Vicent,
"Las escasas opiniones inteligentes y sensatas, las noticias contrastadas que oirá por la radio o la televisión, le llegarán envueltas en una cantidad de mierda insoportable, como si el mundo ya estuviera en manos de millones de cretinos".
A vida é uma grande feira e tudo são barracas e saltimbancos.
Penso nisto, enterneço-me mas não sossego nunca.
Fernando Pessoa