Foto del blog Cozinha dos Vurdóns |
Por edad y por andanzas conozco abuelas de todos los colores, las hay con historias entrañables, duras, bonitas, feas, alegres, tristes, hay abuelas quemadas por el uso y otras resignadas a la marginación, abuelas aceptadas y vetadas, respetadas y vapuleadas, unas egocéntricas y otras que les tocó ser verdaderas heroínas — un galimatías de abuelas, siempre a la zaga con otra condición, la de suegra, la de relación "nuera versus madre de la pareja", que también tiene su punto...
En el fondo son buenas abuelas todas las que antes fueron buenas madres, o sea la gran mayoría, tanto por parte de hija como de hijo, que para el caso es lo mismo, tanto monta, monta tanto, aunque a veces no lo parezca.
En fin, que detrás de cada historia casi siempre hay otra historia, está la que contamos y la que los demás perciben, y queda todavía por contar la que se guarda bajo la alfombra — hay tantas formas de ver y de ser visto, que a la postre solo cuentan los hechos como nuestro auténtico currículum.
Pero hablando de abuelas: una amiga mía cuando supo que iba tener un nieto sintió esas mariposas en el estómago que suelen sentirse, y más cuando es la primera vez. Empezó de inmediato a comprar ropita que tendía toda encima del sofá de vez en cuando para recrearse, como una chiquilla con los juguetes favoritos.
Hasta que un día sonó el teléfono y su hijo le comunicó que ya no iba a haber niño. Se quedó tan vacía que se le puso el mundo en blanco y negro, guardó su tesoro en un altillo y esperó días más felices.
Pasados unos meses volvió la dulce espera, esta vez con un poco más de preocupación, porque como dice el refrán, gato escaldado teme el agua fría.
Con los calores de Agosto nació una pequeña linda como una flor, viva y observadora, con unos ojos negros profundos, pero que a los dos años aún no había soltado palabra por su boquita de cereza. La llevaron al neurólogo y entonces les dijeron algo en que no habían caído, que la niña no señalaba con el dedo, no decía adiós, no atendía a su nombre cuando la llamaban, como si fuese sorda, no tendía los bracitos para que la cogiesen, no daba besos, no tenía juego simbólico: la niña era autista y seguramente no hablaría nunca.
Aquella mujer viajó sola y en silencio al fondo de la oscuridad para poder empezar a subir más fuerte y más dura. En sueños la pequeña le soltaba grandes parrafadas y ella sentía una enorme felicidad, pero cuando despertaba se le venía el mundo encima. "Tengo que dejar de tener estos sueños", se decía descorazonada, mientras empezaba un nuevo día decidida a aceptar lo importante que es la vida con todo lo bueno y con lo malo y sintiendo que el amor por su niña era cada vez más grande e incondicional. Aprendió del sufrimiento la superación, se hizo más entera y más humana, se sentía un poco abuela de todos los desvalidos.
Hasta que un día sonó el teléfono, era su hijo, y en lugar de ponerse él, oyó una vocecita angelical que le dijo con toda claridad: ¡HOLA ABUELA!
Fue el principio de un vuelo que no ha parado de subir hacia la luz, cada nueva habilidad de la niña, que son muchas, es una alegría y un triunfo sobre la desdicha.
Foto de Adalrich Malzbender |
São assim as avós!
ResponderEliminarUm beijinho especial.
As fotos são lindas.
Uma história que me fez comover tanto!
ResponderEliminarEscreves muito bem e vem ter connosco essa mágoa tão profunda...
Minha querida Maria, essa avó é o "sentir" do medo que todos temos, a angústia, a ansiedade pelas pequenas coisas, com o que se passa à roda, com filhos e netos e ...amigos.
Tentando entrar na pele dessa avó, fiquei arrepiada e percebo-a tão bem!
Mas tudo passou porque tinha de ser assim... As coisas más têm de ser "lavadas" com coisas boas!Depois do mal, o bem virá, diz o Rabbi Nahman que diz tantas coisas acertadas.
Uma princesinha linda, um principezinho e tantos meninos por esse mundo fora...
Também me senti um pouco avós desses meninos todos, eu que não sou avó de ninguém.
Grande beijo|
Belas as fotos, sem dúvida.
ResponderEliminarLindos rostos, lindos olhos e que lindas mãos!
Me quedo con: " Detrás de cada historia casi siempre hay otra historia, está la que contamos y la que los demás perciben, y queda todavía por contar la que guardamos bajo la alfombra."
ResponderEliminarQuerida María, me ha emocionado esa historia llena de dolor, entereza y final feliz. Cada niño es un mundo, y hay muchos diagnósticos extraviados, ahora veen autismo por todas partes, pero felizmente se equivocan a menudo.
ResponderEliminarQue razón tiene con lo de las abuelas y las nueras...Siempre se ha dicho que quién casa una hija gana un hijo, y quién casa un hijo lo pierde. ES lamentable pero cierto casi siempre.
Estoy convencido de que usted sabe muy bien ser madre, abuela y nuera Diez.
Un abrazo fuerte, Manuel
¡¡¡¡Qué bonita historia con final feliz!!!!. Historia de sentimientos filiales en toda su extensión..., hijos, nietos, nueras, yernos..., todo lo que significa una familia...¡¡¡¡Qué bien lo cuentas María!!!!. Carmen Garrife.
ResponderEliminarE como fazem falta quando partem, nem imaginamos a versão contrária. Quando a vida não segue o ritmo da idade cronológica.
ResponderEliminarbjs nossos