lunes, 27 de julio de 2020

LA MUJER DE ROJO




obra de J. A. G. Acke 


En un viaje con amigos por España, Arthur conoció a la que es su esposa de toda la vida — nunca mejor dicho, porque llevan juntos cincuenta añacos. Ella se le acercó en un bar de copas, un poco "lanzada" por algo de alcohol y en compañía de una amiga que les sirvió de intérprete. Se mostró muy atraída por él y a la despedida le pidió la dirección. Cuando recibió su primera carta no lograba ponerle cara, recordaba mejor a la otra, una muchacha de mirada profunda, un inglés perfecto con un suave acento, el pelo recogido y medio despeinado, con unos ricitos sueltos por el cuello y un vestido de seda roja que se le ajustaba al cuerpo con sencillez y sensualidad. (En aquél momento le vino algo parecido a la nostalgia, de esa noche de verano, de ese pequeño bar andaluz, de ese breve encuentro y sobre todo de esa chica de sonrisa enigmática y vestido de seda...).
Estuvieron dos años carteándose: las cartas siempre han estado ahí hasta caer drásticamente en desuso con el boom de internet. Las de amor eran un tesoro, lo único que en la distancia llenaba ausencias, todo un ejercicio de espiritualidad y conocimiento mutuo, una forma muy hermosa de descubrir al otro y a uno mismo, en su faceta personal más íntima y auténtica. En realidad, Arthur se enamoró de una correspondencia que le aportó mucho, incluso le ayudó a conocerse mejor, a ser más abierto y cariñoso, convirtiendo sus días en un tiempo de plenitud, lleno de grandes expectativas. 
Y se casaron. Fueron felices y comieron perdices, a ratos, como todos, con altibajos, como todos, estableciendo sus códigos privados cuando la pasión va dando paso al cariño, a la costumbre, al sosiego, al amparo, al miedo de la soledad y eso. Curiosamente él nunca ha encontrado en su compañera de vida aquella vena sensible que ponía en la escritura y que le había llegado tan adentro.
Pasada ya una eternidad juntos, un día ella le confesó entre risas que la autora de esas cartas que le habían hecho subir a las cumbres más altas de la ilusión y la esperanza, había sido su amiga, que ella no supo hablar inglés bien, hasta mucho después... 
...La mujer de rojo. 
El anciano no daba crédito, sintió interiormente como un pellizco con sabor a vacío, a pena, a desencanto, a estafa, a broma pesada del destino. Se preguntó qué habría sido de ella desde que la perdieron de vista, al poco de vivir en Londres. 
Esa sensación tan amarga le duró el tiempo justo de encoger los hombros del alma vieja y cansada y decirse a sí mismo "qué más da ya todo, los sueños imposibles se esfuman, no tienen final porque no tienen ni principio, son solo utopías. Lo que pudo haber sido y no fue no tiene ningún recorrido. El tren que cogemos es el que de verdad nos lleva en nuestro único viaje".       

4 comentarios:

  1. Não tinha visto este teu texto. Muito bonito, verdadeiro -c'est la vie- e com uma imagem belíssima.
    Como poderemos alguma vez saber se nos daria felicidade aquilo que talvez pudesse ter sido e nunca foi? De nenhum modo.Às vezes penso nisso, até porque "escolhi" demasiado cedo. Mas a verdade é que o comboio já está em andamento há tantos anos que até olhar para trás me dá vertigens!
    "Lo que pudo haber sido y no fue no tiene ningún recorrido".
    Muitos beijinhos. Desculpa não ter visto nem comentado. Devo dizer que não me sinto normal há muito tempo. Flutuo neste meio que me parece cheio de muitos Covides todos diferentes e perturbadores da psique. Hahaha, es una broma, beijinhos
    El tren que cogemos es el que de verdad nos lleva en nuestro único viaje"

    ResponderEliminar
  2. Gostei imenso de ler este seu texto: belo, comovente, mas também triste, ficamos (fiquei) com um amargo de boca, a pensar que a vida por vezes prega-nos cada partida...
    Há muitos anos encontrei um rapaz num comboio; eu partia, ele chegava. Falámos talvez 15 minutos mas a atracção foi mútua. Insistiu muito e dei-lhe o meu número de telefone (não havia telemóveis), mas mal o meu comboio partiu tomei consciência que tinha trocado um número.
    Claro que não recebi nenhum telefonema, nem nunca saberei se sequer tentou ligar... e às vezes dou comigo a pensar o que teria acontecido se nos tivéssemos voltado a encontrar.
    Custou-me esquecê-lo.
    Mas perdi aquele comboio...
    C'est la vie!
    🌼

    ResponderEliminar
  3. Obrigada pelo que me diz, Maria. Como não sabe nada desse rapaz, pense que talvez não tivesse sido o melhor para si...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, María, por me ter respondido. Isto foi há mais de 40 anos, e foi o que tinha de ser; e ontem, ao lê-la, voltei a lembrar-me...
      Beijinho.
      🌼

      Eliminar