Primero fue la televisión la que se adueñó de nuestras vidas, acabando con las tertulias veraniegas a la luz de la luna o las horas de lectura y mesa camilla en las largas noches de invierno. Después vino el divorcio, (por lo menos en España): 1981, gracias al ministro Fernández Ordoñez que Dios tenga en su gloria y que no pudo ese año presidir la procesión del Corpus, como era tradición, por ser el autor de "una ley anticristiana" (sic); por entonces fueron los dramas románticos a lo Madame Bovary o La Regenta los que dejaron de tener sentido, ha pasado a la historia hacer una tragedia de dos personas que se enamoran por el hecho hoy irrelevante de que ella sea de otro o él de otra.
Luego llegaron los ordenadores a nuestras casas y hemos pasado a estar menos tiempo en el salón comentando en familia las jugadas de la vida que salen en la caja tonta. Las redes sociales nos atrapan y dispersan, hoy son mayoría los que quieren tener un millón de amigos como Roberto Carlos, o de seguidores, o de lo que sea que nos suba la autoestima e iluda la soledad, aunque los facebook y los twitters sean como el vino, que a grandes dosis emborracha...
A la vez que los ordenadores llegaron los móviles a todas las orejas, y hubo otra evolución en nuestras frágiles mentes: se volvieron inviables las grandes escapadas, las ausencias sin dar explicaciones, las pérdidas que ocasionaban insospechadas aventuras y también de paso se acabaron esos desencuentros antológicos — basta con que haya cobertura para que no haya ninguna excusa para dejar a alguien esperando!
Ha pasado a mejor vida fue el suspense con que terminaban muchos amores, esos desencuentros que hicieron historia en el cine, esa última cita, esa última oportunidad, alguien que esperaba como un iluso detrás de unos cristales o en la mesa de un café, bebiendo y fumando, mascando con el alma en vilo un tiempo espeso de angustia e incertidumbre, mientras aguardaba a esa persona que nunca ha tenido intenciones de llegar... El tiempo se paraba, se ponía atención a unos pasos en la noche o en la puerta del bar cada vez que se abría, con la esperanza de ver aparecer esa persona
a la que se odiaba por el desplante pero que en el fondo se seguía esperando.
Al final se volvía al vacío de la rutina con una sonrisa congelada y el orgullo muy herido.
Ahora esto ya no tiene porqué pasar, a los diez minutos de espera se pisa un número, "¡¿vienes o qué, que me van a dar aquí las uvas?!”
Porque esto ya no tiene que pasar, fue por lo que me chocó tanto el plantón de que fui testigo el último domingo.
Salí pronto a caminar y ahí estaba este hombre en la esquina de mi casa, unos cincuenta años muy bien llevados, tipo George Clooney, traje negro de corte impecable, camisa rosa y corbata negra, estrecha como de Loewe. Resultaba chocante, tan guapo y vestido como de boda a las nueve de la mañana de un día de descanso.
A la hora volví a casa y me lo encuentro en la misma esquina, chaqueta en mano, acalorado y con cara desencajada, abatido, mirando sin ver. Abrí la cancela sin prisa y pude oír que le decía a alguien por el móvil, quizás a su mujer, en tono vencido, que se iba a marchar pero mientras seguía fijándose con ansiedad en todo coche que pasaba, ciertamente con la esperanza de que aun pudiese escampar aquella pesadilla.
Le vi ponerse en marcha siempre mirando hacia atrás, por si acaso.
Me quedé pensando en como hace falta ser un gran hijo de su madre para hacer esto a una persona en los tiempos que corren, me puse en el lugar del hombre de traje negro como su mañana y la camisa tan rosa.
Lo adiviné sin trabajo, con la que está cayendo, imaginé que hubiese soñado con esta cita como su tabla de salvación al hilo del naufragio, lo vi llegando a casa y desabrochando la camisa de seda que de madrugada había puesto con tanta esperanza. Me cuesta entender como se hace pasar a alguien gratuitamente una hora tan larga, ahora que con los móviles los desencuentros de película han dejado de tener sentido.
óleo de René Magritte |
Son realmente injustificables ya esos plantones, no hay derecho, así como no hay derecho ser un impuntual por princípio, me parece una falta de delicadeza y educación muy grandes, no lo suporto, María.
ResponderEliminarMuy cierto todo lo que dice, otro post ameno y de lectura grata como siempre.
Un abrazo, Manuel
Muito bonito e tão sentido o que dizes.
ResponderEliminarImaginei cada momento daquela alma, a esperança, a expectativa, o medo,a desilusão!A pena - a vergonha?- de voltar a casa sem nada nas mãos...
Situações dramáticas! Insuportáveis! E entretanto anda tudo agarrado ao mobile...para não estarem sozinhos! E quase gritam, enquanto nos impingem a sua "privacy" e nos tiram a nossa,,,
Pobre homem a quem um "h.de p". fez isso...
Pobres ursinhos de brincar que nós somos...
Grande beijo!
Me quedo con: "Las redes sociales nos atraparon y dispersaron definitivamente"
ResponderEliminarEu hoje tive alguma dificuldade em entender tudo. Já há pouco estive a ler e agora voltei e reli.
ResponderEliminarBem, mas o essencial é: definitivamente o mundo mudou. E não foi para melhor pois não?
Um beijinho grande
Manuel, yo también detesto la impuntualidad por sistema, me parece una falta de delicadeza, un egoísmo grosero.
ResponderEliminarAnónimo, es cierto que las redes sociales enganchan, crean una especie de dependencia, que solo será mala y "definitiva" si nosotros lo permitimos, si estamos prevenidos frenamos a tiempo. Todo tiene su lado positivo, la tele, los móviles, y como no, los ordenadores, tanto así que ya no nos imaginamos la vida sin ellos, será por algo,¿verdad?
João, desta vez a história é absolutamente certa, passou tal e qual, incluída a gravata preta, podes calcular a pena que dava vê-lo.
Isabel,sinto que não entendas tudo,porque fazes parte das passoas para quem escrevo, e interessa-me muito a tua opinião.O mundo mudou, que seja para melhor só depende de nós, entre todos fazemos a vida.
Gracias,obrigada aos quatro pela vossa maravilhosa amizade.
Maria,
ResponderEliminarTambém já lí algumas vezes, acho que umas quatro, mas porque fico a me perguntar sobre as mudanças e os olhos que as vemos.
O medo de lutar contra os verdadeiros demônios nos fazem associarnos ao coletivo bruto e sem poesia.
Eles mudaram, o mundo muda, que bom que mudamos também...
bjs do Brasil
Dirijo-me a "você" porque vejo que escreveu em singular (não é a primeira vez)e é mais directo falar só com uma pessoa.
ResponderEliminarGosto do que diz, sem acabar de entendê-lo bem.
Se se refere aos demónios interiores, eu penso que não existem, só existimos nós, e com o nosso medo podemos fazer o que quisermos, por exemplo vencê-lo.Um grande beijo
E quem mais além de nós poderiam ocupar este posto tão alto que chamamos de demônios.
ResponderEliminarTodo defeito deriva de uma virtude e toda virtude é a alavanca de determinado defeito.
5 bjs querida Maria e o meu em especial, vc continua bela.
Ninguém mais.Para além dos demónios, dos círculos viciosos das virtudes e dos defeitos, só há uma realidade: a solidão.
ResponderEliminarUm beijo para você.
Usted me parece una persona pretenciosa.
ResponderEliminarNo creo para nada que usted sea mi querido "anónimo fijo"...
ResponderEliminarSi le parezco pretenciosa es porque me conoce personalmente o ha leído por lo menos algo escrito por mí.Tiene todo el derecho a encontrarme pretenciosa, a lo mejor lo soy sin darme cuenta pués no me reconozco en ese calificativo.
Gracias de todas formas por molestarse en venir hasta aquí.
Maria, fiquei feliz com a sua resposta, para além somente a solidão...Bjs e acabo por perceber o quanto nos parecemos em tantas coisas. Isso é muito legal.
ResponderEliminarMe desculpe, mas quanto ao comentário, o contrário da pretenção é a entrega despretenciosa, te aí, nessa entrega que leio duas ou mais vezes na semana a mais de um ano.
bjs, muitos, e meus cara amiga.
Eu também fico feliz.
ResponderEliminarObrigada pelo apoio, mas não quero que me idealize, eu estou aqui para passar um tempo amável e gratificante durante essas duas ou tres horas que me sobram quase todos os dias.
Já tenho 66 anos,já só dou a quem me dá,já só procuro dar e receber um pouco de carinho no meio desta loucura toda...
Um grande beijinho
Não se preocupe maria, já passei das tenras idades onde o idealismo e a realidade andavam em tetos opostos. vejo-a bela e inteira nos seus anos (seja lá quantos forem), o que reconheço, gosto e admiro é sua capacidade de se indignar. Seus defeitos, se tem ficam entre o mar e a terra, assim como os meus, aqui somos só nós - Maria e eu, em duas ou três horas que seja.
ResponderEliminarmuitos beijos e um abraço bem apertado, porque sempre fui carinhosa e acho que morro assim.
Elisa
Elisa! Elisa e eu...soa bonito.
ResponderEliminarEu também sou carinhosa, é só já o que me importa das pessoas, não há nada mais enriquecedor que querer e que nos queiram.
Muitos beijos e um abraço bem apertado também.