"Tesoros los hay en todas partes, lo importante es aprender a buscarlos y merecerlos".
Stevenson, La Isla del Tesoro
Todos llevamos escondido en la mente un rincón imaginario donde somos quien quisiéramos ser, con nuestra vida apetecida y hasta con nuestra misma muerte — un final para la función en armonía con nosotros mismos.
Si la vida pesa y nos sentimos perdidos, es en esa isla imaginaria que nos refugiamos para escapar por momentos al vorágine de este mundo tan deshumanizado, globalizado, insolidario, consumista, exhibicionista, digitalizado y un largo etcétera más de miserias e incertidumbres.
La isla Utopía de Tomás Moro ha indicado el camino de huida de la realidad ingrata y ha dado nombre a los sueños imposibles, igual que la ciudad imaginaria de Platón, donde solo existiría el Bien, la Verdad y la Justicia.
En el fondo de cada persona reside escondido el espejismo de un lugar bello y natural, sembrado de belleza y sosiego: quizá haya sido en ese paraíso perdido que empezó la historia del hombre antes de perder la inocencia.
Cuantos más somos, más solos y desprotegidos nos encontramos. Para Nietzsche el hombre nacido de la ruptura con los arquetipos tradicionales, sería un ser solitario y seguro, independiente e individualista, que no se dejara llevar por los valores tradicionales.
Una isla. Una fantasía. Un lugar pequeño e inasequible. Paz y amor.
"Aprendí a mirar más el lado bueno de mi condición y menos el lado oscuro".
Robinson Crusoe
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