obra de Kandinsky |
Venimos aquí por un rato que a veces se hace largo pero que en general es corto, pasamos lo que nos toca, nos marchamos y al poco tiempo ya nadie se acuerda de nosotros: pero aun así casi siempre la vida compensa y casi nadie tiene prisa de dejar esto, hay mucho para ver y sentir y alguna posibilidad de pasarlo bien — guardándose de alimentar sueños imposibles, que es cosa de tontos.
Nuestro modus vivendi es ahora mismo muy variopinto, desde el de las tribus primitivas aún estancadas en el túnel del tiempo al de los habitantes de megaurbes, en megaedificios con megaventanales que no se pueden abrir para tomar el fresco. Supongo que arrancar a alguien (con mucho dinero, eso sí) de Nueva York, un suponer, y meterlo donde vivo yo, por ejemplo, debería causarle un shoc tan brutal como si de repente a mí me colgasen de un piso número cien, sin pisar tierra, sin mi acacia y mis buganvillas, sin la olor de mi dama de noche, mi jazmín, mis rosales y de mi césped cuando llueve, los pinos de en frente, los mirlos de pico amarillo, las gaviotas, el mar, los barquitos y las espectaculares puestas de sol al fin del día...
La calidad de vida tiene que ver con lo esencial, con la oculta armonía, con lo que cada persona valora y disfruta de verdad, que a la larga siempre viene a ser lo más sencillo y natural.
Para encontrar un lugar amable en el mundo basta con aceptarse y querer a los que nos rodean. El dolor, que contiene lecciones vitales, nos enseña que la calidad de vida es ese disfrute especial de un bienestar físico y psíquico y que a cierta edad es bueno sentir que uno ha hecho bien los deberes. Los que dejan la piel y hasta el honor en amasar grandes fortunas, olvidan que el dinero no vacuna contra la ignorancia, la estupidez, la ignominia, el miedo, la soledad, la ansiedad, el sufrimiento y tantas cosas que nos hacen frágiles y pobres aunque cubiertos de millones. Todo está en nosotros.
Si muero,
dejad el balcón abierto.
El niño come naranjas
( Desde mi balcón lo veo).
El segador siega el trigo
( Desde mi balcón lo siento).
¡ Si muero,
dejad el balcón abierto!
( F. García Lorca)
Me preguntaba yo, mientras contemplaba esa espectacular fotografía de Hong Kong, cuántos habitantes de aquella ciudad se sentirán en este momento solos en medio de tanta luz, ruído, gente y distracción...
ResponderEliminarDesde mi ventana, sólo puedo ver en noches como ésta, un negro paisaje, apenas iluminado por lejanas lucecitas del campo....Y oir una tenue lluvia que relaja mis oídos.....
Y mis dos amigos de la infancia que juegan conmigo al dominó...
Y sin embargo, no me siento solo.....
Un placer leerla, como siempre, querida amiga.
Manuel.
Que bom ter "mi arbolito y mis dos buganvillas, mi
ResponderEliminardama de noche y mi jazmín, mis rosales, mis ficus, mi trozito de césped, los pinos del parque de en frente, los mirlos de pico amarilllo, los jilgueros, las gaviotas, la bahía, la de Cádiz, que me tiene atrapada, con sus barcos lindos y sus espectaculares puestas de sol." Pensei: que bom que tu tenhas isto! E gostes!
Eu vivo perto do mar e não me queixo do pequenino burgo onde estou, mas às vezes vem-me saudade desses pergumes... Vale-me a minha varanda enfeitada de tudo o que lá posso pôr! Até basílico e "pejos", erva fundamental para a açorda à alentejana.
De acordo contigo e com a Rosa Montero: "hay que aceptarse y aceptar a los demás, descubrir la oculta armonía de la vida." Tento fazê-lo, nem sempre é fácil como deves saber por experiência própria...
Gosto muito do que escreves!
E que lindo o poema de Garcia Lorca...
Continua, minha amiga! Um beijo
Basilico e poejos, queria eu dizer...
ResponderEliminarBoa viagem!
Na casa da minha avó a açorda fazia-se com coentros.Há tempos uma amiga portuguesa que também vive aqui descubriu-os no supermercado com o nome de "cilantros". Adorei, só me falta aquele pão para voltar ao "temps perdu".
ResponderEliminarViajar com este tempo não é do meu gôsto, mas trata-se de um casamento, e não há mais remédio!
Um beijinho