sábado, 28 de agosto de 2010

EL PERFUME DEL SILENCIO





                                                 Marcel Marceau



Las palabras son el hilo con que vamos tejiendo nuestra historia, las hay sabias, amigas, amables, graciosas, esclarecedoras, inteligentes, las hay que nos enseñan, nos deslumbran, nos descubren mundos nuevos, que nos reconfortan, nos ofrecen cariño o acercan posturas, que nos dan esperanza y nos sosiegan: a veces una palabra es todo lo que necesitamos, a veces incluso es suficiente  para cambiar un destino.
Y luego está la contrapartida, ese aluvión de vaciedades presuntuosas y cansinas, tóxicas, ofensivas, malintencionadas, que confunden, que engañan y mienten, tanto si halagan como si desprecian — lo mejor y lo peor está en la palabra. Hay la que se espera y no llega y la que llega sin ser esperada, para nuestra desolación, porque las palabras insultantes o despectivas nunca han creado mundos mejores.
Cada palabra es una oportunidad, pero también un riesgo; a mí particularmente cada vez me gusta más el silencio. El silencio huele a sabiduría y a sosiego, permite hablar con uno mismo: un libro, el silencio y tú. Una sinfonía, tú y el silencio hecho música. Unos versos, el silencio hecho poesía. El dolor y tú, el silencio por compañero. El viento, el mar o el aroma verde del campo y tú frente a ti mismo.
Admiro a las personas que saben y que callan, las que no necesitan oyentes, las que no se escuchan a sí mismas, las que no presumen de nada. Y en las distancias cortas me gusta el silencio cómplice, sin tensiones ni desencuentros.
Dice Elsa Punset: "Hay muchas formas de relacionarse amorosamente: con carícias, con palabras, pero es igual de válido compartir un tiempo amable, unos servicios mútuos, una complicidad silenciosa..." ("La brújula de los viajes emocionales").
El silencio acerca  las almas que sólo buscan vivir en sintonía: "hay un silencio a veces entre nosotros, un lenguaje que abdica del sonido para ser sólo la voz del alma" (Rui Polónio Sampaio).
Si no estamos bien por dentro nos orientamos hacia la actividad constante y el hablar compulsivo, cuando saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, por eso recibimos tanto cuando damos.
Para poder enterarse de lo que quieren los demás, hay que saber guardar silencio. A mí me pasa lo que a Xenócrates, me he arrepentido algunas veces de haber hablado, jamás de haber permanecido callada, cuanto más habla una persona menos se le escucha.
Dejo aquí este elogio del silencio que leí en alguna parte y suscribo: "El hombre supera al animal con la palabra, pero es cuando sabe callar que se supera a sí mismo".

obra de Lilla Cabot Perry
   

6 comentarios:

  1. Continuas a surpreender

    Carlos

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  2. Eu refugio-me no silêncio quando a dor é tanta que não tenho palavras para expressá-la.
    Vivo intensamente os meus problemas e os daqueles a quem amo passam a ser meus também.Um grande beijo.
    TÓI

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  3. Tão bonito e profundo o que dizes, minha amiga! Penso muito como tu...

    E estavas para aí calada...O silêncio não se deve exagerar quando se têm coisas importantes e belas a dizer!

    Engraçado que cites esse autor, de facto um grande poeta, pouco "falado".
    Morreu há pouco.~

    UM beijo
    ... e parabéns!!!!
    Continua sempre, sempre! tens tanto para dizer...

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  4. Obrigado por ter citado um dos meus maiores amigos, amigo/irmão, completamente desconhecido: Rui Polónio Sampaio. Morreu há menos de um ano.Bem haja!

    Manuel Poppe

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  5. Obrigada por me lerem!
    É sempre com palavras que se exagera...
    Dou-lhe os parabéns,Manuel Poppe,por ter conhecido uma pessoa tão interessante e poder chamar-lhe amigo/irmão.
    Continuarei a escrever para pessoas como vocês!

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