martes, 27 de septiembre de 2011

EL MACHO ASESINO






obra de René Magritte



Amaya era buena, hermosa y optimista, la única hija de unos padres sin posibles que no quisieram tener más descendencia para poder darle todo a la niña de sus ojos, estudios, mimos, caprichos, amor y ternura, todo para ella sola.
Cuando terminó la carrera consiguió por sus altas notas volver a su tierra como funcionaria, pensando casarse pronto con el hijo del alcalde, un chico estupendo que bebía los vientos por ella desde niño.
Un día le contaron que el nuevo Interventor del ayuntamiento era un hombre brillante, joven y apuesto, soltero sin compromiso que traía alborotadas a las chicas de ese pequeño lugar tranquilo y amable donde no había terraza sin flores y en las noches de verano olía a azahar bajo las farolas y la luna.
Cuando le conoció y él la atravesó con la mirada, con esos ojos verdes que eran esmeraldas pulidas, con ese brillo de deseo, de urgencia, de posesión, de fuerza extraña, de misterio insondable, Amaya supo enseguida que había cambiado su destino.
Se casaron al poco tiempo, y pronto se quedó embarazada, con lo cual tanto ella como sus padres vibraron de felicidad. Nunca había alcanzado antes cimas tan altas de amor y pasión, pero pronto los celos empezaron a amargarle los días, la amaba tanto que la quería para él solo, era demasiado posesivo y a ella empezaba a darle miedo hablar o sonreir, se encontraba culpable de ser guapa, como si provocase a todos los hombres sin querer. Se le estaba cambiando el carácter, ya no se sentía tan contenta y libre como una golondrina, acariciaba la incipiente tripita para animarse y espantar los temores que la hacían tener pesadillas.
El día que su mejor amiga hizo la despedida de soltera Amaya se atrevió a acudir a la fiesta, a ponerse guapísima, a beber cava y a estar contenta, a hablar y a reír como antes para demostrarse a sí misma que no temía nada.
Cuando volvió a casa y se acostó al lado suyo, él la violó como una bestia antes de levantarse dejando en cima de la mesita un billete de diez euros, como si hubiese estado con una prostituta barata. 
Se levantó como pudo, con el cuerpo y el alma magullados, se metió en la ducha y se puso un vestido ligero de lino blanco con la intención de marcharse a casa de sus padres a pesar de la hora, las cinco de la mañana. Solo quería aire, poder respirar el aire puro de la noche perfumada, alcanzar la puerta sin que él la retuviese por la fuerza, se ahogaba, muerta de rabia, de impotencia y de miedo.
Cogió el bolso, cruzó el pasillo y se sobresaltó cuando le oyó decir: "¿Adonde crees que vas tú?",
corrió hacia la salida pero estaba encerrada con llave. "¿Quién te está esperando, puta, tu antiguo novio, ese pelirrojo asqueroso que no te deja de mirar con ojos de cordero degollado?"
Amaya dió la vuelta, pegada a la puerta como si quisiese derribarla y lo vio delante suya empuñando un afilado cuchillo. Se orinó encima, le dijo desde el terror y el espanto: "No serás capaz de matar a tu propia hija!"
Por un momento pensó que eso le detendría, que solo quería asustarla, pero él le contestó con la voz metalizada de quién perdió el alma por el camino: "¿Mía, estás segura? Porque yo no, ¡ya ves!"
Acto seguido la cogió por el vestido a la altura del pecho y la tiró en cima del sofá como un muñeco de trapo, él tan recio y musculado, ella tan fragil y pequeña.
Fue entonces que le hundió en la barriga el frío acero hasta el mango, mientras a ella le pasaran por la mente sus padres durmiendo serenos por última vez y esa niña tan suya que se moría con ella sin poder defenderla. 
Le había tocado aquel calvario.
Lo último que vió antes de irse, muerta de dolores, mientras él metía y sacaba el rojo cuchillo en sus entrañas, fueron esos malditos ojos verdes traspasándola, esmeraldas pulidas, brillo de pasión, de fuerza extraña, de urgencia, de misterio insondable.

óleo de Caspar David Friedriech

6 comentarios:

  1. María, me ha dejado conmocionado con este relato que en mi humilde opinión es de premio.
    Cuesta ponerse en la piel de esas infelices que tienen la mala suerte de que les toque un enfermo mental, porque para mí no son otra cosa.
    ¡No deja de sorprenderme!
    Un abrazo fuerte, Manuel

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  2. Maria
    arrepiei-me a ler a tua história.
    É horrível o destino de algumas mulheres como esta e outras que sofrem violência anos e anos na esperança de que algo mude e só piora.
    E há mais casos do que nós imaginamos, segundo lemos.
    Às vezes não compreendo como é que algumas mulheres que até têm condições (principalmente económicas) para mudar de vida, não mudam. É estranho para quem está de fora, mas sabe-se lá o que as segura. O medo? Ainda algum amor? A vergonha do que os outros podem dizer?...
    Este é um tema doloroso.
    Um beijinho

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  3. "Solo quería aire, poder respirar el aire puro de la noche perfumada".
    Me quedo con el deseo de que esta pesadilla termine para siempre.

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  4. Texto muito duro, Maria! Coisa horrível...e que, apesar de tão chocante, acontece.
    Um beijinho

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  5. Gracias a los cuatro.
    Esta mujer es imaginaria, creo que sería incapaz de escribir lo que escribi si estuviese pensando en alguién conocido.Felizmente no es el caso, solo sé de malos tratos psicológicos y ya me parece un horror, pienso que hoy las mujeres tienen armas suficientes para enfrentarse a esto con éxito en la mayoría de los casos, aún no en todos, por desgracia.
    Besos

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  6. Maria, infelizmente essa é uma realidade, talvez aqui em teus escritos da imaginação e de uma mulher madura capaz de entender este sofrimento. tal violência atinge muitas mulheres, mais do que podemos imaginar, basta que 1 em cada 5 mulheres morre por violência.
    Este texto nos acorda.

    5 abraços

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