miércoles, 25 de mayo de 2011

CREER O NO CREER






Pintura anónima



Mi madre era una mística, nunca vi una fe más ciega. Mi padre iba a Misa los domingos, prudentemente respetuoso “por si acaso”, porque en el fondo le gustaría que fuese cierto lo que sospechaba que no lo era.
Crecí en un ambiente católico por los cuatro costados, fui tan feliz interna en un colegio de monjas que la Madre Superiora intentó hacerme del gremio.
Luego vino la Universidad, época de pasiones y de dudas, de cuestionarlo todo en interminables charlas de café y en lecturas comprometidas para la época, algunas incluso clandestinas en la Coimbra de entonces ( Teilhard de Chardin, Darwin, Engels, Karl Marx, Nietzsche, Sartre, Camus…).
Fue en misa que empecé a sentirme rara, como si no supiese quién era, aunque seguía rezando por las noches como un tic o una íntima necesidad para poder dormirme.
Con 23 años muy desorientados conocí en Madrid a un muchacho (mi marido hace más de 40 años), que sin pretenderlo me indicó el camino: regresé a casa en tren una noche de verano y de luna llena sabiendo que mi destino había cambiado para siempre. 
En ese viaje de vuelta a casa y a mí misma, mientras amanecía un chico silbó el "Hey Jude" de los Beatles mirando por la ventana: vuelvo a menudo a ese tren en pensamiento, para recordar como la vida a veces te brinda a ti la llegada de un día cualquiera.
Nuestra casa del pueblo daba a un valle verde y hermoso y al poco de haber regresado miré a lo lejos con el corazón encogido y me dije a mí misma “¡se acabó!”, que fue como decirme:  acéptalo, Dios no existe, estás sola, todos estamos solos, no hay nada más que esto.
Me sentí tan perdida que me dio como un vahído, un vértigo existencial, una angustia difícil de soportar. Veía los olivos entregados a sí mismos, sin razón ni destino, los pájaros atareados como siempre pero sin ningún sentido y el sol iluminándolo todo en un inmenso abandono, sin la mano de un creador supremo, un fin, una armonía.
En aquél momento temí que vivir sin fe fuese demasiado duro, pero me resigné pronto, incluso empecé a sentirme más libre, más sola pero más libre. Y más valiente.
No me rebelé contra nada porque no había a quién pedir explicaciones, me habían contado un hermoso cuento de un Ser omnipotente, omnipresente y protector, infinitamente sabio e infinitamente justo y que además me escuchaba y me quería, a mí y a cada una de sus criaturas, pero la historia no era así.
Tener que enfrentarme de repente a un gran vacío fue tan desolador que nunca hablé de Dios a mis hijos, para que no tuviesen que pasar alguna vez por lo mismo — hasta que mi hija se quedó colgada de ese Paraíso de donde yo salí un verano para nunca más volver.
No me pregunto nunca adonde están los que se han ido, o para qué sirve el dolor y la injusticia, las respuestas me las da la vida, la naturaleza, la inteligencia, la sabiduría, el amor, la bondad, la belleza interior, la verdad, el respeto, el coraje, la ternura — “una fuerza vital formada por todas las cosas que mantienen unido al universo” ( Buda, Tercera Noble Verdad).
A veces pienso que siempre estaré “esperando a Godot”, que es como esperar en vano tu verdad, tu cuando, tu donde, tu para qué .
Si en el inconsciente colectivo de que habló Yung llevásemos la idea de Dios, ¿porqué  algunos la perderíamos para siempre?



óleo de William Blake

5 comentarios:

  1. Me quedo con: "empezé a sentirme más libre, más sola, pero más libre. Y más valiente."

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  2. La comprendo muy bien, María, muchos hemos pasado por eso, unos más valientes y otros que "gustarían que fuese cierto lo que sospechan que no lo es", como su padre.
    Un abrazo, Manuel

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  3. Tenho pena que este texto não esteja em portugês para ter a certeza que percebi tudo.
    Ainda cá voltarei para lê-lo com mais cuidado ( agora já não tenho tempo ).
    Para mim ficou-me duma educação católica, não o que a igreja tem de mau ( ou de bom ), mas a esperança de que há algo para lá da morte.
    Seria demasiado doloroso acreditar que tudo se acaba com a morte do corpo.

    Um abraço
    Isabel

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  4. Não questiono neste texto a igreja católica, Isabel, só a minha própria fé.
    Mantenha sempre viva a sua, tudo o que seja acreditar nos ajuda: na vida eterna, nos outros, em nós, em tudo o que fôr possível!
    Um abraço
    Maria

    "El roce hace el cariño", ya sabe, Manuel...
    Lo mismo le digo a "mi anónim@.

    Gracias a los tres por venir hasta aquí!

    Nota: pone Anónimo porque no me funciona la Cuenta de Google...

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  5. Querida Maria! Compreendo-te. Acreditar, ou não acreditar, eis a questão...
    Eu fui educada, ao contrário de ti, sem religião, ni Dieu ni Maitre (exagero!), por um pai ateu. Um pai tão bom no entanto.
    Tenho algures e mim um sentimento religioso, uma necessidade, uma "procura" de algo mais, talvez que "isto" aqui não me basta.
    Mas fico por aqui.
    O dia de amanhã virá e trará o que trouxer.
    Sei que alguns que se foram andam "por aí". Sinto o meu cão Zca rondar-me tantas vezes.
    E por que não, não é?
    Deixemos abertas as portas, como tu as deixas sempre.
    Grande beijo
    (também ando à procura da conta Google!)

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